Aquí cada quien hace lo que le da la gana. La autoridad no existe. Tiene más poder e influencia en el populacho, Los Tigres del Norte que toda la policía o el ejército nacional juntos.
La semana pasada casi veinte mil habitantes de Sololá exigieron que las autoridades cumplan con su trabajo para mantener la seguridad del pueblo. En el ínterin, acorralaron a la Policía Nacional Civil en su minúscula y sucia sede. Daba risa, miedo y lástima ver a los antimotines, irónicamente amontonados en la estación policial, apunto de ser linchados por los inconformes. ¿Qué podían hacer unos cuantos elementos contra el montón de gente amenazadora y cansada de verlos huevoneando en la patrullas?
Un día después, veintinueve policías fueron secuestrados por pobladores de Lívingston, Izabal. Los tuvieron como rehenes durante casi treinta horas mientras exigían la liberación del líder campesino Ramiro Choc. Ahí estaban los agentes con cara de pollos comprados, todos achicopalados, sin saber como hacer para protegerse del enfurecimiento colectivo.
Y para ponerle la guinda al pastel, en Jutiapa, el narcotraficante, asesino de los diputados salvadoreños, prófugo de la justicia y ex congresista, Manolito Castillo, asumió la alcaldía de dicho departamento, ante la imperturbabilidad de los guatemaltecos. Hubo una pequeña y privada reunión dónde se hizo presente el supuesto delincuente. Le aplaudieron al fugitivo. Afuera de la alcaldía, imagino a los policías comiendo tostadas o chuleando a alguna patoja.
Esta es la tierra de Ripley, “Aunque usted no lo crea”, el lugar ideal para que los patos de todo el mundo le tiren a las escopetas. El país donde todo puede suceder, ante la mirada famélica de los ciudadanos.