martes, 29 de julio de 2014

Nacer preso de una sociedad podrida

Hay niñas y niños condenados a trabajos forzosos, a cárceles de apariencias o de alambre espigado. Todo empieza antes de nacer. En el vientre de su madre el feto es espiado, hay que saber su sexo para poder uniformarlo: rosa o celeste. No nacerá cuando esté listo sino cuando el doctor o la madre dispongan. No le darán el tiempo que necesita para su debut en la Tierra porque el acto de nacer ya no es el milagro de la vida sino un servicio que se compra y se vende, que se realiza en horario laboral y se descuenta del seguro. Como al ganado, a los bebés se les marca al nacer, no importa que sea doloroso y completamente innecesario: agujeros en las orejas a ellas, circuncisión del pene a ellos. La primera palabra que una niña o niño aprenden es: no. No toque, no llore. Y se les tapa la boca con un tapón de plástico (pepe). Se le enseña esta cultura podrida con la televisión, los juegos electrónicos y la religión. No se le permite salirse del guacal, pensar diferente, desobedecer las reglas de la sociedad. Aquí la niñez no puede decidir su moral ni sus gustos, mucho menos creerse dueños de su cuerpo ni tomar decisiones sobre su sexualidad. Escuelas, colegios e institutos de todos los niveles se dedicarán durante más de una década a borrar todo signo de individualidad y creatividad en los infantes para que fácil y sumisamente integren las filas del mercado: se incorporen a maquilas, call centers, fincas o empresas. Obedezcan, no exijan y no aleguen. Aprendemos a puro recorte de alas cómo los loros. Y olvidamos que aquí venimos a volar. @liberalucha

miércoles, 23 de julio de 2014

Despojo sistemático, el caso de Chuarrancho y Chichicastenango

La Corte de Constitucionalidad acaba de hacer justicia defendiendo la bendita propiedad privada de la comunidad indígena “Vecinos de la Aldea Chuarrancho”. Como en tantos otros casos similares, el despojo sistemático del que son objeto los pueblos indígenas puede rastrearse desde tiempos de la colonia hasta nuestros días. En 1690 los pobladores de Chuarrancho compraron a la Corona Española 442 caballerías de su propia tierra. Justo Rufino Barrios las redujo a 166 y Reyna Barrios a 81. En el año 2001, el alcalde de ese entonces, Santos Punay, en contubernio con el Registro General de la Propiedad por medio de una transa electrónica cambió ilegal y arbitrariamente el nombre de los propietarios de los “Vecinos de la aldea de Chuarrancho” a la Municipalidad de Chuarrancho. Qué casualidad que este mismísimo “error” sucedió también en Chichicastenango. Y como en Chichi, este “lapsus” sirvió para que Guatel, hoy Telgua (la telefónica propiedad de uno de los hombres más ricos del mundo) resultara dueña de los mejores terrenos de la comunidad. ¡En Chichicastenango el terreno fue vendido por la ridícula suma de veinte quetzales, mientras que en Chuarrancho, Santos Punay lo donó a Guatel! En esa misma fecha la municipalidad de Chuarrancho otorgó 10 kilómetros cuadrados a Motagua Resources, Sociedad Anónima. Estos vergonzosos y malinches despojos fueron anulados en una histórica sentencia de la Corte de Constitucionalidad donde ordena restituir a la comunidad de Chuarrancho las caballerías que habían sido despojadas de manera irregular. Exigimos ver ahora que se cumpla la ley. Foto de Nelton Rivera, Comunitaria Press

lunes, 21 de julio de 2014

¿Quédate?

La reciente ola de niños y niñas deportados de Estados Unidos ha puesto en la agenda mediática el tema de la migración masiva de guatemaltecos. Preocupados y rasgándose las vestiduras, nuestros gobernantes han lanzado una campaña de comunicación que bajo el lema “Quédate” intenta persuadir a padres e hijos de que es mejor morir de hambre y ser violado en tierra chapina que lo mismo pero en otro país. Además han prometido mano dura para los “coyotes” y los padres o madres de los que quieran huir de aquí. Eso, a pesar de que todos sabemos que aquí no abundan las oportunidades educativas y laborales para nadie. Aquí lo único que abunda es el hambre, el abandono y las injusticias. Un niño que nace en una aldea de Huehuetenango tiene muy pocas posibilidades de llegar a alcanzar una vida mínimamente digna, lo más seguro es que no termine ni siquiera la primaria y que no logre aprender un oficio que le asegure un ingreso. Una niña de Jutiapa a los 14 años tiene más probabilidad de volverse madre que de ganar una competencia de matemática o de terminar de leer un libro. Los niños y niñas de todos los estratos sociales en Guatemala viven entre la violencia y la discriminación, son usados, mandados y hasta comprados o vendidos. ¿Qué se van a quedar haciendo aquí los 50 mil infantes que se arriesgan cada año a pasar por la frontera? ¿Mano de obra casi gratuita para la caña, el café o la maquila? ¿Carne para viejos verdes? ¿Soldados para guerras injustas? Pobres y ricos, todos quisiéramos poder irnos de aquí, movernos y viajar, buscar oportunidades en otro lado, volar como los pájaros sin tener que preocuparse de fronteras, ni visas, ni deportaciones.

miércoles, 9 de julio de 2014

Causas y azares

Eran más o menos las cinco de la tarde cuando dos mujeres entraron a la Farmacia Galeno de la séptima avenida. La más joven salió primero, y a la otra la sacarían muchas horas después pero muerta. Un confuso segundo necesitó el agente de seguridad Mynor Guevara para terminar con la vida de Patricia Samayoa, feminista, historiadora, amiga y trabajadora de la Municipalidad de Guatemala. Con su asesinato perdimos a una de esas mujeres que engrandecen lo cotidiano con amor, sensibilidad e inteligencia. Las primeras versiones que se escucharon en la radio repetían la excusa del guardia: “pensé que era un asalto”. De haber sido así, entonces, ¿se justificaba el escopetazo? Al repetir esas declaraciones, los medios de comunicación volvían a matar a Patty otra vez, como hacen cada vez que minimizan a una víctima o la catalogan de delincuente. Me avergüenza ser parte de una sociedad que justifica siempre el uso de la violencia, que divide a la gente en malos y buenos para no tener que cuestionar un sistema entero que está podrido, un mundo que valora más las cosas materiales que la vida. Mynor Guevara está preso, ya no proveerá ni abrazará a su hijo. No creo que la empresa Shield Security en la que trabajaba le pague un abogado cuando tienen más de dos mil agentes sin certificación legal y cuenta ya con varias denuncias en el Ministerio Público por perdida de armas e incumplimiento de contratos laborales. La farmacia Galeno no pasó ni siquiera 24 horas cerrada, limpiaron la sangre y siguieron vendiendo como si nada hubiera pasado. Un nuevo agente custodia la puerta.
PD. 1 (Las fotos son de Sergio Valdés Pedroni y venían con unas palabras que dicen: "regalo visual espontáneo, por tu columna de hoy"). PD. 2 La columna se llama diferente que la publicada en elPeriódico, éste era el nombre que le quería poner en honor a la canción Causas y Azares de Silvio Rodriguez pero por alguna razón se lo cambié después y cuando lo vi ya publicado en el periódico no me convenció. NI modo.

miércoles, 2 de julio de 2014

Soldados poetas

La mayoría de guerras son absurdas y se libran por ir a favor o en contra de algún Dios o con el fin de ampliar territorios. Pensaba que la guerra era cosa del pasado, que en los países sin dictaduras, los ejércitos no serían útiles, no tendrían sentido, resultarían en un gasto innecesario. Los problemas y las desavenencias se resolverían con el uso de la ley o el diálogo, poniéndose de acuerdo. Lejos de desaparecer, los ejércitos se han multiplicado, se han privatizado y diversificado. Mi país está lleno de soldados, la mayoría son pobres, no tienen mucha educación y lo único que saben es apuntar y disparar. El enemigo es otro pobre igual que él, solo que sin armas. Los soldados no saben ni quién es realmente su enemigo. Reciben órdenes, cumplen, no cuestionan, están entrenados para obedecer. Cuando se muere un soldado a casi nadie le importa. Son desechables. Casi nadie piensa que el ejército es también pueblo y que se le utiliza para reprimir a sus propios hermanos. Mantener un ejército es caro y doloroso, representa una apuesta por la fuerza bruta, la violencia, la represión y la estupidez. Sigo pensando y creyendo que podemos ser humanos pensantes y solidarios, que algún día vamos a desmilitarizarnos el espíritu. Sigo creyendo que la inversión en industria militar y entrenamiento bélico debería mutar a inversión en educación e investigación científica, que deberíamos apostar por la ciencia, el arte, el conocimiento y la tecnología, y no por las armas. Pensar más y disparar menos. O disparar versos. Más poetas menos soldados. http://www.elperiodico.com.gt/es/20140702/lacolumna/250144/