jueves, 28 de noviembre de 2013

En el parque

Mediodía en el parque de La Antigua Guatemala. De refacción un capuchino y una tostada con frijol y salsa. No hace falta leer el periódico para saber que esta ciudad carece de una cabeza de gobierno. Entre ruinas y un comercio que no descansa, la vida aquí es custodiada por tres hermosos volcanes. Jubilados, desempleados y vendedores ambulantes de artesanía chatarra disfrutan de este inusual espacio de todos. Vuelvo a retar mi suerte con un cachito de la Santa Lucía. Mi curiosidad sigue a dos policías y dos trabajadores de la PGN, que conducen a tres madres pobrísimas con tres hijos igualmente pobrísimos colgados de sus chiches hacia la Municipalidad. Imagino que no es para solucionarles la vida. Este parque es para turistas colorados que andan cámara en mano. Cambio de rumbo para no pasar frente a la banca de los viejos chismosos, escucho el murmullo de un reclamo entre dos cuates; “vos, no chotiés así a las güisas”. Un niño me ofrece un lustre. Un adulto me ofrece un lustre. Un fotógrafo quiere plasmar mi soledad en un retrato. Me pregunto si aún quedan Polaroids. Dos gringas dejan una estela de olor a bronceador y a repelente, dos enamorados se comen a besos, dos amigas aprenden a fumar. Mi prejuicio se aleja de un tipo con cara de ladrón. Yo también me pregunto cómo es la cara de un ladrón. Un perro camina con prisa casi laboral, un burócrata descansa bajo la sombra de un árbol. Tres monjitas sonríen pícaras ante el agua que sale a borbotones de los pechos de cemento de las cuatro mujeres de la fuente central. Escucho la campanita del heladero. Me voy.
Lucha Libre publicada en elPeriódico el miércoles 27 de noviembre del 2013

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Silvia, Carmen, Andy y Marbella

El abogado del diablo de nuevo a debate. Gudiel bosteza, cabecea, duerme. Defiende a cuatro hombres acusados de asesinar a dos mujeres y dos niñas. Violaron y estrangularon a la de diez. Nos sentamos del lado de los acusados, su familia, sus hijos, sus mujeres. Detrás de un hombre siempre hay una gran mujer, dicta el refrán machista, detrás de un violador ¿Quién está? Qué sociedad normaliza el hecho de profanar el cuerpo de una niña con vulva infantil (como dicta el informe). Las mujeres que los acompañaban en el juicio, al parecer, entendían lo que habían hecho sus machos y los apoyaban. No se inmutaron mientras el MP narraba los espantosos acontecimientos. Uno de los acusados, el más joven, era el único nervioso, nunca dejó de mover los pies. Los otros tres no mostraban ninguna emoción, los policías que los resguardaban bromeaban y reían. Ella leía un libro de Paulo Coelho. Algo que tenía que ver con once minutos. Pienso en el lazo que la une con los acusados. Puede ser la prima, hermana ¿esposa? Lo quiere, se lo hizo saber, lo leí en sus labios. Cargaba un bebe de plástico, unas pachas de juguete y una mantita. Lo más duro fue escuchar que a Andy la habían violado frente a los ojos de su madre, que a la pequeña de seis la habían, igualmente, golpeado y estrangulado antes que a las adultas. ¿Cuánto dolor habrá escurrido por los ojos de esa madre durante el tiempo que duró la agonía de sus hijas? Seguramente no habrán sido los mismos minutos a los que se refería Coelho. Lucha libre publicada en elPeriódico del miércoles 20 de noviembre del 2013.

martes, 12 de noviembre de 2013

Cristiana resginación

Las palmaditas en la espalda y los abrazos en cámara lentísima no son consuelo. Mi cabeza no para de dar vueltas, recuerdo una y otra vez la peregrinación médica de los últimos tres meses. Cada cita, cada doctor, cada diagnóstico, cada receta está grabada en mi mente. Cuando recuerdo la indiferencia y absoluta dejadez del Dr. Jaime Hernández siento rabia. ¿Cómo puede un “reconocido” neurocirujano abrir una cabeza sin haber agotado pruebas que confirmen un diagnóstico? ¿Cómo puede un doctor salir a mitad de una operación para decir que tiene buenas noticias, que abrió por gusto al enfermo porque no tiene un tumor si no una malformación genética curable con una sesión de radiación? ¿Cómo pudo abrir una cabeza solo para tomar una foto que tardó dos semanas en enviar? ¿Con qué descaro cobró 50 mil quetzales por una biopsia extractiva que no realizó? ¿Cómo pudo tardarse tanto en escribir un informe de operación de diez líneas que además está equivocado? ¿Cómo pudo darle de alta al operado al día siguiente? ¿Cómo pudo abandonarlo y no llamar ni una sola vez para saber cómo seguía? Durante esas dos semanas que el Dr. Jaime Hernández intentaba bajar una foto de su celular, el tumor que “siempre sí” tenía en la cabeza Juan Miguel se duplicó en tamaño de 4 a 8 centímetros produciendo daños irremediables en su salud. Esa operación fallida que arrojó a un diagnóstico erróneo aceleró su muerte. La indiferencia del doctor y un nulo compromiso con sus pacientes fueron el instrumento con que actuó la “divina voluntad” de Dios. No me pidan cristina resignación.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Estimados Amigos de Juanmi y familia:

Primero que nada queremos agradecerles por sus constantes muestras de cariño y solidaridad en estos momentos difíciles que atravesamos. Les contamos que Juan Miguel sigue luchando por sobrevivir, aunque se encuentra muy débil. Gracias a la ayuda de todos ustedes recibe acupuntura, fisioterapia, masajes, reiki, un tratamiento a base de sueros con bicarbonato y vitaminas, y una dieta orgánica acorde a sus necesidades. La buena noticia es que encontramos la clínica que hemos estado buscando para tratar de manera exitosa el tipo de tumor (glioblastoma) que tiene Juan Miguel, y que coincide con el método que él eligió para su curación. La clínica se llama Hope 4 Cáncer y está ubicada en Baja California, México, al sur de San Diego. Gracias a la ayuda económica que todos ustedes nos están brindando esta es una opción real y posible. Por ahora, lo que necesitamos es resolver una visa médica de emergencia y el transporte aéreo, preferiblemente una avioneta-ambulancia o algo así. Les rogamos cualquier contacto que pueda ayudarnos a resolver URGENTEMENTE esta situación, ya que cada minuto cuenta y la vida de Juan Miguel está en juego. Por el mismo estado delicado de salud en que se encuentra Juan Miguel, nos es mucho más fácil si las donaciones pueden hacerlas a la cuenta de Fabiola Hurtado (madre) del Banco Industrial (No. 010-480802-8) o de Lucía Escobar (mamá de los hijos) en Banrural (No. 3156019298). Ambas cuentas van al mismo fondo, a favor de la salud de Juan Miguel Arrivillaga.