jueves, 21 de marzo de 2013

La hora

El juicio es un murmullo en mi computadora. No entiendo mucho el lenguaje de los abogados, pero entiendo que hacen lo posible por evitar que el genocida enfrente los cargos que se le imputan. La voz de la juez es fuerte, una mujer valiente atrás de ese nombre de flor. Pienso en la importancia de los gestos pequeños, la preponderancia de lo cotidiano, lo que casi no se ve. Pienso en las mujeres ixiles que siguen el juicio, que se sientan hasta atrás, silenciosas y ensimismadas. No me cuesta imaginar a dónde vuelan sus pensamientos, quizá regresan a un tiempo antes de la guerra, antes que la violencia les partiera la vida, antes de la casa quemada, antes de la persecución, antes de la violación, antes de la muerte, antes del miedo, antes de que el general, hoy sordo, viejo y acabado, diera la orden de exterminar al pueblo Ixil. Veo las fotos de la audiencia, y en primera fila está la hija del genocida y el hijo del ministro de Gobernación de la época, impecables, serios, preocupados. Ahí también esta doña Rigoberta Menchú con toda su dignidad a cuestas, dignidad que les duele a los cobardes que se esconden para no enfrentar el pasado. Yo no veo dos bandos, no veo a los buenos y a los malos. Veo el peso de la historia cayendo sobre nosotros. Entiendo que los crímenes contra la humanidad no se perdonan. Veo una oportunidad única para los guatemaltecos de ir construyendo la paz, amparada en la justicia. No sé si la justicia es ese murmullo inteligible que sale de mi computadora. Pero sé que escuchar los relatos de las víctimas puede sensibilizarnos más que mil campañas ProGuate.

miércoles, 13 de marzo de 2013

No viajar

Pasar por una oficina de migración o una frontera me inquieta. Me siento como una criminal con algo que ocultar. Son tantas las historias de terror que he escuchado en los viajes que no puedo evitar sentir miedo en esa línea de “fuego” tan sensible como las fronteras. Sudo. Me encuentro ya en otro país. Lo sé por el sello en mi pasaporte, porque por fuera todo luce igual. Mismas franquicias de comida chatarra, mismas ofertas de 2 x 1, mismo monopolio de comunicación. Más de la mitad de los anuncios que leo están en inglés, los modelos son todos blancos y rubios, altos y flacos, la moneda que se usa es el dólar. No estoy en Estados Unidos se nota por el desorden en la carretera, por los baches en las calles, por la pobreza en los semáforos, por el físico de las personas afuera. Llego a un higiénico e impersonal hotel. Me dan una tarjeta en vez de una llave. La comida es internacional para que nos guste a todos. No hay ni siquiera pupusas internacionales. Subo a mi cuarto a ver una televisión que no cabría en mi casa. Los mismos 99 canales de pura basura alienante. Paso dos horas cambiando de canal. No me detengo en nada. Al día siguiente bajo a desayunar y hojeo el periódico local. Al igual que en mi país, los lunes la mitad del periódico viene lleno de futbolistas. Veo políticos abrazando ancianos, cargando niños. No conozco sus nombres pero me suenan sus mañas. Las noticias hablan de proselitismo anticipado, de corrupción, de la conveniencia o no del vaso de leche, de la muerte de Chávez, del cónclave para elegir al nuevo Papa, de la racha de incendios forestales. ¿Viajo o estoy soñando?

sábado, 9 de marzo de 2013

TRANS 2.0: Este amor callejero no es como el de los abuelos

Este amor callejero no es como el de los abuelos, el áspero mineral contagiado a nuestras manos con cierto lenguaje obsceno y despiadado con que te cantan ahora las bocinas, nena, la fuerza asfáltica donde colisionan a veces nuestros cuerpos, algunas balas ineptas por innecesarias y unos descarados besos que encienden las esquinas por la noche cuando nos observan desde lejos las ventanas acusadoras pensando en cuán bajo hemos caído al amarnos rudos, animales, sucios a la vista de todos. Porque los abuelos no lo hacían así. Uno lo ve en las películas a blanco y negro, ellos se colaban al granero y se acariciaban entre tanta ropa. Por eso quema ahora el castigo de la inmoralidad, porque los abuelos, nena, ellos supieron no dejar sus apellidos en las seis mujeres que parieron los cuarenta y cinco tíos nuestros, aquello es imposible de alcanzar a nuestros reguetoneros deseos y al sueño de tener un día, muñeca, una hermosa niña a quien le pondremos tu nombre. Volver al índice de TRANS 2.0

miércoles, 6 de marzo de 2013

Voltear la tortilla

El caso del niño sicario vuelve a despertar al monstruo de las reformas constitucionales. La Vicepresidenta, diputados y las masas piden endurecer las leyes contra los más vulnerables. ¡Qué se les juzgue como adultos! Es increíble la forma que tienen los Caradura de voltear la tortilla. Guatemala ostenta las peores cifras de maltrato a la niñez. La Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala, ODHAG, contabiliza en enero de este año 120 menores de 18 años asesinados con armas de fuego o blancas. Según el Observatorio de Salud Sexual y Reproductiva –OSAR- 120 niñas y adolescentes quedan embarazadas diariamente, la mayoría de casos por agresión y violencia sexual de forma cotidiana. Si hablamos de maltrato infantil, CONACMI reveló que en el 2010 se reportaron siete mil casos de violencia intrafamiliar y monitoreó en la red hospitalaria once mil casos de violencia y agresión sexual a menores de edad. Y eso que hay un subregistro ya que la infancia tiene menos acceso a la justicia, sobre todo si ésta se ejerce desde sus casas. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) se calcula que el 20 por ciento del PIB es producido por menores de 14 años. Casi un millón de niños y adolescentes realiza alguna actividad económica peligrosa como recolección de basura, reciclaje, manipulación de pólvora, minería de piedrín y cal, lanza fuegos, agro industrias, servidumbre, pornografía, drogas y sicariato. Detrás de estos niños, hay millones de adultos que se benefician. ¡Adultos que ahora quieren mano dura contra los niños! Lucha Libre publicada el miércoles 7 de marzo del 2013 en elPeriódico.