martes, 29 de junio de 2010

De toy story chapín


A veces me he sentido tentada a comprarles a mis hijos en el mercado, un ejército de muñequitos de plástico. Me encantan esos verdes monocromáticos de piernas pegadas, y tengo una sensación guardada en alguna parte de la niñez producida por el roce de la uña con el sobrante del plástico. He visto más de una docena de veces, Toy Story (1 y 2) y alucino con estos muñequitos y los binoculares monitoreando el cumpleaños de Andy. Pero me reprimo de comprarlos porque no me gusta que mis hijos se entretengan con juguetes bélicos. Ya tendrán en su crecimiento por este país violento, tiempo y espacio suficiente, para enfrentarse con la realidad de pistolitas y soldados. Mientras dependa de mí, nos divertiremos cocinando pasteles o haciendo submarinos amarillos con rollos viejos de papel de baño.

Pero como los hijos suelen salir más listos que los padres, siempre encuentran la manera de jugarnos la vuelta. ¡No mamí, esa no es una pistolita, es un dispensador acuático! Y el cuchillo si lo ves bien no es de pirata, es un machete para quitar el monte. Y en ese disimule, los niños han logrado transformar a un espeluznante Power Ranger en un eco-protector. Y sin querer queriendo en lugar de jugar a matar, juegan a cuidar las plantitas y a proteger animales. También construyen puentes que duran un Agatha y drenan los ríos que deja la lluvia en mi jardín. Claro, es sólo un juego de niños con imaginación.

Por cierto, me acabo de acordar que hoy es el día del ejército. Y que aunque el nuestro sufre de hidrocefalia (cabeza grande y cuerpo chiquito) nos cuesta bastante millones al año. Siguiendo la lógica de los niños, si ya tenemos un juguete caro y equipado usémoslo para algo bueno. La guerra contra la contaminación y la deforestación los entretendría un rato.

martes, 22 de junio de 2010

Volando

Me gustaría sentarme y escribir acerca de los pájaros que visitan mi jardín pero quizá los lectores consideren más oportuno que me sume al luto colectivo que los amantes de las letras vivimos estos días. Saramago y Monsiváis en una misma semana. Sería más triste si no tuviéramos sus libros. Luego dice Colom que su semana será difícil sólo porque le toca decidir cómo quedará ante la historia en los casos de la ampliación del contrato de la Perenco y de las denuncias contra la Mina Marlin. Si uno tiene moral y valores bien claros, esa no es una decisión difícil. Apostar por la vida, la naturaleza y los derechos colectivos o quedar bien con los amigos influyentes, los dueños de estas empresas egoístas y destructoras. La historia todo lo juzga y quizá con suerte también algún tribunal nacional o internacional. No pierdo las esperanzas. Si los peruanos lograron meter a la cárcel a Fujimori hasta el 2032, por qué nosotros no podríamos encarcelar a ex presidentes, ex alcaldes y ministros ¿Se imaginan a Arzú con trajecito de rayas? ¿O esa moda ya pasó?

Hablando de remodelaciones urbanas marca Precon, tengo que confesar que a mí me gustaba la sexta avenida como era. Y no hablo de los tiempos de la tacita de plata y las salchichas Frankfurt. La disfruté así caótica con sus puestos de nylon, el despliegue pirata a media calle, el regateo mientras se elude el tránsito pesado de personas, motos y carros. Me gustaba caminarla de un lado a otro buscando películas raras o sorpresas alternativas para la piñata, no me daban miedo los carteristas, pues los que de verdad me dan terror son los ladrones de saco y corbata que saquean al Estado y que también abundan por esa zona.

Habrá que esperar y ver qué espíritu tendrá la nueva sexta avenida, ese que no se adquiere por medio de planos ni proyectos dictatoriales pues es el carácter que le imprimen sus ciudadanos.

En fin, esto ya se acabó y los pájaros del jardín tampoco cupieron hoy.

miércoles, 16 de junio de 2010

Deseducándome

(Foto: Una niña recoge agua del río que quedó del deslave en San Antonio Palopó).

El otro día, en una conferencia sobre el derecho al agua, nos mostraban un panorama tan desolador que no me dieron ganas de bañarme en un par de días. Lo peor es que la solución seguía siendo algo tan abstracto como el mañana. Pronto educaremos a los niños. Haremos un proyecto para enseñar a los más pequeños a respetar el ambiente. Propondremos una ley de aguas y un reglamento. ¿Para qué tanto futuro? ¿Qué sentido tiene que los niños aprendan a cuidar el agua que ya no tendremos? ¿Qué sentido tiene que amen y respeten los árboles y los jaguares que nunca verán más que en museos?


Talvez es hora de probar al revés; dejarnos educar por los niños.
Escuchar su voz sabia y justa. Y actuar hoy que podemos. Nuestros hijos no toman decisiones en ministerios, ni juzgados, ni fábricas, no hacen leyes, no contaminan con sus industrias ni su consumismo loco, no hacen carreteras, no firman contratos, ni roban millonadas.
Cuando los niños de hoy, futuro del mañana, sean adultos ya no habrá agua limpia que defender, ni bosque, ni montaña sagrada por la cual luchar. Ya no tendrá sentido nada. El futuro no existe más allá de hoy. Con la misma mentalidad retrógrada y egoísta no saldremos del canibalismo y no habrá oportunidad para revivir a las tortugas marinas o volver a ver cristalino al lago Atitlán.


La tierra da vueltas y el tiempo pasa demasiado rápido. No podemos seguir pensando igual que en el siglo pasado. Las cifras y estadísticas que ayer nos prevenían de una decadencia ambiental hoy nos golpean día a día. Nuestra parcela de privilegio no va a ser suficiente para escondernos de los fuertes rayos del sol, ni del arsénico en el agua, ni de la tristeza de un mundo desolado. ¡Aguas! Que los revolucionarios de ayer son los dictadores de hoy.
Y de soundtrack hoy voy a escuchar a Silvito el libre matando a su padre trovador a puro hip hop. Mientras Silvio Rodríguez llena estadios en New York.


(Columna Lucha Libre publicada en elPeriódico el 16 de junio del 2010)

miércoles, 9 de junio de 2010

Deja vu



(Foto: Joaquín en depre post Agatha)

Es como volver a ver la misma película siempre. Un retorno constante a la sobrevivencia. Llevamos reconstruyéndonos toda la vida. Jugando a tractores y camiones de volteo como eternos niños en la inconsciencia. Propongo tiro al blanco con la foto del ingeniero a cargo de cada puente que duró menos que un suspiro. Vergüenza pública, tribunal de honor, ley del hielo a los corruptos. Los puentes centenarios se ríen impávidos ante la furia de la naturaleza. Resisten desde su eterna dictadura.

Somos una sociedad tremendamente alcahueta, buena para el chisme y las calumnias, de las que tiran la piedra y esconden la mano. A veces por morbosidad intento ponerme en el lugar de quienes defienden la impunidad, pero no puedo. Me marea ese pensamiento puritano capaz de meterse en la cama del vecino para juzgarla y desvirtuar con moral ajena cualquier intento por mejorar esta cloaca política en que se ha convertido el Estado. Si no es Castresana será Super Can pero hay que frenar tanta mafia.

Más trabajo y menos presupuestos para aprobar. Me sorprende la rapidez con que los alcaldes y oenegeros dan cifras millonarias de lo que necesitan para ayudar. Y la inmediatez con que las mantas vinílicas de la solidaridad llegan a los pueblos, incluso antes que los víveres.

Pero si en medio de la mierda es capaz de nacer la planta más sagrada, también entre las catástrofes saltan los héroes anónimos o animados cuya misión es ayudar al prójimo y punto. Que nos contagien su energía. Necesitamos más alegría, más entrega y más pasión para engendrar un país feliz y más seguro de sí mismo.

Agujeros negros para una ciudad de queso. La montaña se desparrama, los ríos se ensanchan, los volcanes escupen fuego y vos seguís pensando igual que hace tres siglos.

¡Aguas, que ya viene la lluvia otra vez!

(Lucha Libre publicada en elPeriódico el miércoles 9 de junio del 2010)

jueves, 3 de junio de 2010

Cenizas, agua y sol

Foto: de Marcos Blauwe, Barrio Norte, Jucanya', Panajachel.

Tuvimos un fin de semana intenso. Como en la peor película de Hollywood pasamos del miedo a las piedras hirvientes al terror de sentirnos en un mundo de azúcar. Hormiguitas en manos de un niño aburrido. Apocalipsis en gotitas y nota roja.
En mi mente aún puedo escuchar el sonido ensordecedor del río San Francisco, y saltan a mi cabeza las imágenes de la avalancha de piedras, troncos y destrucción bajando de las montañas y llevándose los puentes por los que paso todos los días, destruyendo las casas de amigos y desconocidos, la infraestructura de juguete que nos venden en millones de dólares y los sueños y el trabajo de tanta gente.


Hay sucesos inevitables como las erupciones volcánicas y los huracanes. Pero hay muertes estúpidas y evitables como la de Aníbal Archila o las que provocan la ineficiencia de nuestras autoridades, la corrupción de los contratistas del Estado y la apatía de los ciudadanos que prefieren no meterse en política ni exigir gobernantes y autoridades de verdad.
Tengo más dudas que respuestas en mi cabeza empapada. Pasé del miedo a la tristeza y luego al enojo. Mi mente aún se encuentra en estado tormentoso. Pero estas tragedias me sirven para reafirmarme en mis valores y luchas.
Esta tragedia es una oportunidad para no volver a cometer los mismos errores. ¿Dónde está todo el dinero que entró en prevención de desastres post Stan? ¿Y los mil proyectos que se hicieron para gestión de riesgos? ¿Cómo podemos realmente ayudar a los otros?


Nos queda mucho trabajo por hacer, somos un país hiper vulnerable a los desastres. Y por lo visto, el invierno apenas empieza. No podemos seguir pensando sólo como individuos. Somos parte de una comunidad y si el vecino se hunde en hoyo o se lo lleva el río, los próximos podemos ser nosotros.
El sol salió. A seguir pues… ¿igual que antes o más pilas? ¿Reaccionaremos?


Columna Lucha Libre publicada el 2 de junio del 2010 en elPeriódico.