martes, 23 de abril de 2013

Victoria Ixil

El jueves pasado fue Tijax en el calendario sagrado maya Cholq’ij. Y representa el rayo que parte, la piedra de obsidiana con su doble filo. Ese jueves negro fue un machetazo en la herida de las víctimas ixiles que testimoniaron en el juicio que se llevaba a cabo contra dos militares. Miles de guatemaltecos lamentamos haber perdido, una vez más, la esperanza en el sistema de justicia. Pero ¿qué importa? Ya deberíamos estar acostumbrados a las transas, a las presiones políticas, a saber quién manda aquí. Ya deberíamos de saber que estamos lejos de ser un país civilizado con independencia de poderes. En medio de la decepción, de la “bajada de moto”, quedan los testimonios, las palabras, imposibles de borrar y grabadas en la memoria colectiva. Por mucho que se anule el juicio, por mucho que Ríos Montt y Rodríguez Sánchez duerman el resto de su vida en su cama, por mucho que la Fundación contra el Terrorismo se sienta victoriosa, nunca podrán hacernos olvidar lo que escuchamos. Nunca olvidaremos las mujeres violadas, una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez veces por los soldados. No olvidaremos la osamenta del niño que aún guardaba en el bolsillo de su pantalón las canicas, ni al que huyó en la llanta de un camión y sobrevivió para contarlo. No olvidaremos las casas quemadas, los gritos, el susto, los animales muertos, la huída a la montaña, el destierro, el frío, el hambre. No olvidaremos la máquina aplastando cuerpos en la fosa común, los fetos colgados de los árboles. Esas verdades del pueblo Ixil, resonando hasta el fin de los días en nuestros corazones, son ya de por sí una gran victoria. (Lucha Libre publicada el miércoles 24 de abril de 2013 en elPeriódico).

martes, 16 de abril de 2013

¿Qué paz?

¿Peligra la paz en Guatemala por el juicio que se lleva contra los militares? ¿Qué paz? Si aquí seguimos muriendo de hambre y de balas ¿Qué paz hay en Guatemala cuando hay muertos que aún no descansan en tumbas que lleven su nombre? ¿Qué paz hay para las comunidades del triángulo Ixil? ¿Qué paz hay para los que siguen luchando contra el sistema opresor? ¿Qué paz hay para los que piensan diferente? ¿Qué paz hay en las panzas de los niños desnutridos? Aquí ni siquiera los que viven en Condado Concepción o en Carretera a El Salvador conocen de paz, siempre con miedo a que un muerto de hambre se les aparezca en el camino y les arrebate su celular, o que alguna manifestación de campesinos atente contra su sagrado derecho a la locomoción. Aquí nadie tiene paz, todos tenemos una guerra interna que no nos deja avanzar. La paz, viene de la mano de la justicia, la justicia viene de la mano de la verdad, y la verdad la vamos a ir conociendo poco a poco a través de los testimonios de la gente que se atreve a hablar, de esa gente que ha esperado treinta años para tener la oportunidad de contar lo que vivió. Yo no quiero una paz de mentiritas, una paz de a quetzal, una paz hipócrita, una paz privatizada. Me gustaría pensar en un país en paz en donde dejemos de vernos como personas de diferentes categorías, donde los que tienen dinero valen más que los que no tienen nada. Y si para lograr la paz es necesario volver a quitar las vendas, abrir la herida y echarle alcohol, pues hagámoslo, aunque nos arda, aunque cueste pisto y tiempo, aunque amenace la tranquilidad de los dinosaurios. Es necesario.

miércoles, 10 de abril de 2013

Testigos

Estoy tan entretenida con el juicio por genocidio contra Ríos Montt y su secuaz que me puse a ver en Internet los Juicios de Núremberg contra los nazis. ¡Increíble los paralelismos! Mismas excusas de los victimarios: “no sabíamos nada”, “es un juicio político”, “el tribunal es imparcial”, “la sentencia está escrita”. Claro hay diferencias: los nazis hablaron ante el estrado e intentaron justificar sus acciones, los militares guatemaltecos guardan silencio, y cuando hablan por ellos sus abogansters, solo los inculpan más. Un bonito ejemplo sucedió el 4 de abril cuando Marta Elena Casaus, perita propuesta para el peritaje sobre racismo y genocidio, puso los puntos sobre las ies. Cada pregunta de los “defensores” le daba oportunidad de explicar más claramente los nueve puntos de intencionalidad que prueban que sí hubo genocidio en Guatemala. Ante la última y tonta pregunta de Danilo Rodríguez ¿Considera su peritaje una verdad absoluta? Ella contesta: “Mire señor letrado, a estas alturas de la vida, creo que no hay verdades absolutas, no existen. Desde esa perspectiva todos nos acercamos a la verdad en función de los hechos, de los datos, y sobre todo en función de una cosa muy importante que está pasando en este tribunal, en función de los testimonios de las personas que sufrieron esta situación”. Escucharlos es lo que intento hacer siguiendo el juicio, un juicio que en mi opinión no nos debería dividir. Al contrario. A mí personalmente me ha unido más que nunca con el pueblo Ixil, con las viudas, con los hijos de los desaparecidos y con los que aún creen en la justicia para todos los guatemaltecos. @liberalucha

martes, 2 de abril de 2013

La moral del General

Pedro Cobo en el juicio por genocidio que se lleva contra Efraín Ríos Montt y José Mauricio Rodríguez nos recuerda que hoy se cumplen 31 años de la masacre en Chel. “Hoy estoy sin papá, sin mamá, sin mis hermanitos” declara. Busco Chel, en el tomo IV de Guatemala Nunca Más, la lista de víctimas no cabe en una hoja, paso a la siguiente, cuento los muertos en esa aldea de Chajul en Quiché. Son más de ciento cincuenta, encuentro mi nombre entre las víctimas, una homónima que no vivió para contarlo. La mayoría de los nombres de mujeres tienen una información extra, y es la fecha de la violación. No puedo imaginar lo que es pasar treinta años con el asco en la piel, con la frustración y el sentimiento de injusticia ante eventos tan perversos. Un ejército de soldados violadores no defienden la patria, no saben de honor. No existe ninguna justificación para utilizar el cuerpo de las mujeres ixiles de esa manera tan salvaje y violenta, tan inhumana. Los responsables, aunque hayan pasado tres décadas, deben saber que lo que hicieron es incorrecto. Nadie está pidiendo ojo por ojo. Ni siquiera eso. Se pide un mínimo de justicia, se pide saber la verdad, que el horror se conozca, que se nos caiga la cara de vergüenza, que se haga lo posible para que nunca más vuelva a suceder. Me resuena en la cabeza el descaro del abogado defensor de Ríos Montt, García Gudiel cuando asegura que “el único pecado de mi defendido fue infundir moral”. ¿Qué clase de moral vuelve política de estado violar sistemáticamente mujeres y niñas?

Días Santos

Caminar en la playa, llenarse los pies de arena, buscar tesoros y encontrar solo tapitas de plástico de colores no es razón suficiente para dejar de amar al mar. Dan ganas de hacer un atrapa sueños con todo ese plástico lamido por las olas, dan ganas de ser guajera y recoger botellas, bolsas y empaques de shampoo. Dan ganas de regresar el tiempo atrás cuando el mar escupía conchas de colores a mis pies y no basura. El mar sigue siendo hermoso y hondo, peligroso y suave. Sigue transmitiendo misterio y fuerza, alegría y temor. Del océano salen peces, conchas y camarones que ya no se pueden comer con confianza porque ahora se alimentan ellos también de mierda. Y de basura nos alimentamos todos un poco porque todo ha cambiado y en la búsqueda de una vida mejor, pensamos que entre más procesado y empacado más rico. No nos importa el daño que causamos, y el montón de desperdicio que dejamos atrás. Cuesta tomarse el tiempo de acostarse en la playa y ver el cielo estrellado para sentirnos chiquitos y diminutos, para ubicarnos en nuestra justa dimensión. Cuesta dejar a un lado el teléfono y la computadora para medir el tiempo que aguantamos estar solos con nosotros mismos. Cuesta no querer escribir del juicio, o de los asesinatos que siguen enlutando al país. Cuesta no querer linchar a los racistas, no ser odio corriendo por las venas. No cuesta concentrarse en la tranquilidad de la playa, en las gaviotas y su hermosa armonía, en el viento que despeina y juega con nosotros. Dan ganas de cambiar de vida y regresar a lo simple. Dan ganas de apostarle al amor y a la alegría. ¡Dan ganas...!