Parece ser que entre el gusanal que dejó el caso Rosenberg se observa una incipiente conciencia colectiva entre los jóvenes urbanos. Bajo el lema de “Un joven más”, estos chavos y chavas se reúnen y se dan cita por medio de la redes sociales de Internet para poner su granito de arena en la lucha por la justicia en Guatemala. Visten de blanco, marchan, protestan, se preocupan y además pasean por el centro cívico. ¡Wow!
Es triste ver que la discusión rápido cayó en si eran o no manipulados, si son de apellidos oligarcas o si en realidad su preocupación viene por la herencia que algún día recibirán y que podría estar en juego con la reforma tributaria.
Yo creo que es un movimiento real y espontáneo que nace del asco y del hartazgo de tanta violencia en nuestro país. Nadie puede ser feliz viviendo en una jaula de oro. La angustia que da el miedo a que te encañonen en cada esquina, a vivir encarcelados entre alambre espigado y muros gigantes, debe ser insoportable.
Pero es importante que este movimiento se alimente de pensamientos nuevos. Ser joven no necesariamente quiere decir tener ideas renovadas. La edad no es sinónimo de frescura, ni de vanguardia. Conozco jóvenes, casi niños que piensan como el viejo más anticuado del planeta. Mientras otros (pienso en la maravillosa entrevista ficticia de Marta Sandoval a César Brañas) podrán tener cien años pero su irreverencia y claridad es impresionante.
A los que están empezando a darse cuenta de que este país existe más allá del Facebook y del chat, yo les pido que no paren nunca de preguntar, que cuestionen a sus padres, a su clase social, la ideología que mamaron, que vean a su alrededor, que hablen con el jardinero, que escuchen al guarda espaldas, que le pregunten a la empleada algo más que cuál es la cena de hoy.
Así tal vez les crea que por fin les nació la conciencia… y entonces Guate, quizá empiece a cambiar.
(La Lucha Libre publicada el miercoles 28 de mayo del 2009 en el periodico)