A veces me pregunto si para pertenecer a un partido político en Guatemala te exigen la extirpación de la parte del cerebro dedicada a la creatividad y al pensamiento crítico; o sí en realidad son más listos que eso y estamos ante verdaderos maestros de la publicidad subliminal.
Y es que ayer mientras leí la noticia de los dos nuevos partidos políticos que fueron inscritos ante el Tribunal Supremo Electoral, sentí una extraña urgencia de tomarme una cerveza Victoria y fumarme un cigarro Líder. Parece una broma pero así funciona mi cerebro con las asociaciones. Perdón si ando proyectando vicios, es que a mí las elecciones me producen angustia. Y en esas meditaciones me di cuenta que los políticos en Guatemala son el único gremio que realmente se recicla, reusa y repara hasta el cansancio las ideas, las canciones, las caras, las malas mañas, los logotipos y las piedras. Para todo lo demás, prefieren lo nuevo y mejor si es a crédito.
Estoy segura que si el trabajo de payaso o cómico no estuviera tan mal pagado y desacreditado por la “alta suciedad” muchos políticos podrían haber hecho una carrera exitosa provocando en nosotros arcadas de risa y llanto de alegría. Pero seguramente la pobreza espiritual e intelectual en la que crecieron no les proporcionó las vivencias y lecturas adecuadas necesarias para desarrollar el verdadero ingenio que se necesita para hacernos reír de felicidad y no de pena.
¡Aguas con los votos! Que con esa misma mediocridad con que los políticos repiten sus páteticos gestos memorizados y sus discursos de pacotilla, así nos van a legislar, si llegamos a confiar en ellos.