martes, 7 de julio de 2015

Solo un niño

Solo un niño 1 Henry llegó a pedir trabajo a mi casa hace algunos días. Tiene 12 años, la misma edad que mi hijo y la misma que Ángel, aquel otro niño que tiraron al barranco por no querer matar a un piloto de bus. Henry estudiaba primero básico en su comunidad en Alta Verapaz pero tuvo que dejar la escuela cuando su padre murió de apendicitis, una enfermedad que no debería ser mortal en este siglo. Ahora él debe trabajar para apoyar a sus hermanitos que son más chiquitos que él. Henry y su mamá dejaron la aldea donde vivían porque no encuentran ahí cómo ganar dinero, emigraron a casa de una tía que vive cerca de la capital. No sé cómo ayudar a Henry. No puedo darle trabajo a un niño de 12 años que debería estar estudiando. No conozco ni una sola institución del estado o privada que pueda apoyarlo. No puedo revivir a su padre. No puedo enseñarle castellano a la madre para que Henry no tenga que acompañarla a todas partes para traducirle todo al Q’eqchi’. No puedo aceptar a los dos (madre e hijo) por el sueldo de uno como me ofrecieron. No quiero encontrarle trabajo a Henry porque siento que su derecho es estudiar, aunque él “tenga” que ayudar a su familia. Tampoco puedo sacarlo de mi vista, olvidarlo y hacer cómo que nunca lo hubiera conocido. Mi hijo invita a Henry a jugar una chamusca de fútbol, sus ojos brillan y ve a su madre buscando aprobación. Ella sonríe y con un gesto le dice que juegue. Henry lo piensa, se entristece y rechaza la invitación. Lo veo tratando de olvidar que es niño, lo veo preocupado. No sé cómo ayudarlo y lo único que se me ocurrió fue contarles su historia.
Solo una niño II La semana pasada les conté la historia de Henry, el niño de 12 años que vino de Santo Domingo en las verapaces para buscar trabajo cerca de la capital. Henry tiene cuatro hermanos: Byron de 17, Edwin de once, Mayli de dos y Jessica de tres años. Su madre se llama Zoila, tiene treinta y tres años y acaba de enviudar. No habla español. Henry me ayudo a traducir para contarle que había escrito la historia de su hijo en elPeriódico y que había recibido algunos correos de personas que querían apoyarla. Platicamos de algunas opciones para que la ayuda se multiplique poniendo un pequeño negocio: soñamos con un molino de nixtamal, una tienda o juntar para comprar algunos animalitos de granja. Ella quiere una vaca. Todo la emocionó, igual que a Henry quien sonreía más de lo usual con solo pensar en la posibilidad de volver a estudiar. Me dio su número de cuenta en Banrural, es de ahorros y está bajo el nombre de Zoila Ical Caal 4044072494. Sabemos que este caso requiere más que dinero: oportunidades. Pero por algo se empieza y eso es esperanzador. Si quieren apoyar de alguna otra manera, pueden escribirme a mí, ya que no tienen teléfono ni correo electrónico. Para el otro año habrá que ayudar a buscar una opción para que Henry y sus hermanitos puedan estudiar y quizá encontrar alguna capacitación para que Zoila pueda aprender castellano o algún oficio que le de trabajo. Es muy emocionante saber que hay tanta gente con buena intención y con ganas de ayudar al prójimo. En Guatemala la función de la Seguridad Social la cumplen los familiares, los amigos, la gente solidaria. Gracias a ese cariño desinteresado es que se puede salir adelante en los momentos difíciles. Luchas Libres publicadas el 24 de junio y el 1 de julio del 2015 en elPeriódico.

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