viernes, 25 de septiembre de 2015

ElPeriódico

Comencé en el periodismo cultural los últimos años del siglo pasado. Estuve tres meses trabajando en el Siglo 21 y no me gustaba porque mi jefa tenía cultura Televisa y creía que arte era la sonrisa de Ricky Martín. Un día me llamó Luis Aceituno para ofrecerme ser parte de elPeriódico. No lo pensé ni un segundo. Acepté feliz de dejar las apolilladas, cuadradas y religiosas páginas de aquel diario para incorporarme a una redacción joven con periodistas que apenas habían terminado la Universidad o que todavía estudiaban. Hacíamos periodismo como quien descubre el mundo. Mi trabajo era perfecto: ir a exposiciones, presentaciones de libros, danza o teatro. Viajaba a El Salvador a cubrir conciertos de Cerati, Fabulosos Cadillacs, Sargento García, Fito Páez y otros. Me pagaban por hacer lo que otros pagaban por hacer. Trabajar con Aceituno y Maurice Echeverría en ese cubículo desordenado y lleno de humo fue toda una experiencia intelectual. Eran tiempos muy intensos. Era feliz escuchando a Luis hablar del Santo o recomendarnos películas y libros. Cuando me embaracé, tomé la decisión de vivir en Quetzaltenango con el padre de mis hijos y lo que más me costó fue dejar elPeriódico. Estuve a punto de elegir mi trabajo y dejar la familia para más adelante pero no lo hice. En esos mismos días empecé a escribir la Lucha Libre. Recuerdo que en lugar de foto de columnista, yo tenía un logo que hizo Luis Villacinda con un enmascarado en posición de lucha. Aquí en estas páginas nací como columnista, agradezco que me hayan soportado tanta inmadurez.

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