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¿Qué se sentirá llegar a la ciudad capital por primera vez? ¿Qué pensarán los queqchís de nuestras calles sin sombra, de nuestro progreso color gris, del olor a mierda de la ciudad? No logro imaginar la fortaleza y convicción que se necesita para caminar durante 8 días, 200 kilómetros bajo el sol y/o la lluvia con la ingenua esperanza de ser escuchados y tomados en serio. Los capitalinos estamos tan lejos de los campesinos que nos cuesta darnos cuenta que ellos son la otra cara de esta moneda que se llama Guatemala. Un día entenderemos que lo que les sucede a nuestros hermanos repercute directamente sobre nuestra vida. Un día entenderemos que somos parte de un mismo todo. Si ellos están mal, nosotros también. Me quito el sombrero ante la convicción y sentido comunitario de los indígenas guatemaltecos. Agradezco haber nacido en este país donde la resistencia y la rebeldía aún son una realidad. Yo, al igual que los campesinos que llegaron ayer a la capital, no quiero una minera ni una cementera a la vuelta de mi casa, no quiero que contaminen las aguas de los ríos, ni que dinamiten las montañas, ni que boten los bosques para sembrar un único producto. Yo tampoco estoy de acuerdo con los mega proyectos que NO traen desarrollo a las comunidades y que solo llenan los bolsillos de los mismos. Yo también sueño con un terreno propio donde pueda construir una casa y sembrar mi alimento. Yo también sueño con un país con justicia social y en el que la vida humana valga más que la propiedad privada. ¿Y ustedes?
Columna Lucha Libre publicada en elPeriódico el miércoles 28 de marzo del 2012