miércoles, 31 de julio de 2013

Yolanda

Pasó a recogernos a las cinco de la mañana en punto. Ni un minuto antes, ni uno después. Fuimos en su carrito a presentar la cuarta edición de su libro Mujeres en la Alborada. La última vez que Yolanda Colom estuvo en Cobán yo no había nacido aún. A simple vista podríamos decir que de los años setenta para acá han cambiado muchas cosas en esa ciudad: ahora hay semáforos peatonales, pasos a desnivel y centros comerciales, la selva y los árboles frondosos ya no abundan. Pero en otros aspectos todo parece ir peor; a la orilla de la carretera niños, niñas, ancianos y adultos cargan el mundo en su mecapal. Caminos de tierra, polvo, pobreza y desnutrición contrastan con los carros de lujo y la pujanza de los monocultivos de caña de azúcar y palma africana. Yolanda es una excelente oradora que además tiene a su favor: experiencia, coherencia y mucha sensibilidad. Siento un nudo en la garganta al escucharla: tiene intactos sus ideales y sus sueños, como intactos están los problemas del país, desde aquellos lejanos tiempos en que toda una generación vio como una única salida para mejorar el país, la lucha armada. Hoy lo que Yolanda tiene que dar son palabras que como balas de paz penetran en quienes la escuchamos, provocando un estallido de conciencia en nuestros corazones. Yolanda recomienda leer, estudiar y analizar para entender los problemas del país. Así llegó a la conclusión de que la violencia en este país comienza con la negación de la educación, la cultura, la vivienda, el trabajo, la salud y la recreación. Me pregunto ¿Es posible una revolución pacífica en Guatemala? (La Lucha Libre pubicada el miércoles 31 de julio del 2013 en elPeriódico).

miércoles, 24 de julio de 2013

Armarse no, amarse sí

Dicen que las armas no matan, mata el humano que las usa. Las armas son inocentes, bellas piezas de ingeniería que protegen, disuaden al criminal, previenen. Para mí, las armas dañan vidas, las acaban. Arma en mano, hasta el más cobarde se siente gallito. Con un movimiento de dedo puede volarle los sesos a un ladrón o a un violador. Pero ese mismo poder también puede convertirlo en el ladrón o el violador. Las armas dan el poder de matar y ser matado. Cualquier película de vaqueros muestra lo fácil que es quitarle una pistola a alguien. Las noticias cuentan que pronto habrá 45 mil 396 nuevas pistolas en manos de policías guatemaltecos. Trago saliva. Sin educación ni entrenamiento, y con un sueldo de broma, no quiero preguntarme dentro de un año, ¿dónde van a estar esas armas o en qué estado? ¿Cuántas habrán sido vendidas y cuántas robadas? Ese negocio millonario o “gran inversión” en armamento, ¿contribuirá a la paz y seguridad o provocara más muerte y violencia? Cuesta amar un país donde la juventud se mata entre sí por tener o defender un celular, donde es más aceptado cargar un arma que andar en patineta, con medios de comunicación alineados y violentos; y una sociedad que valora y enaltece a quienes logran con el mínimo esfuerzo tener más pisto, más mujeres, más carros, la mejor droga o la pistola más grande. Me niego a creer que armarse es el único camino que tenemos para vivir en Guatemala. Aunque suene ingenuo o jipi, sigo pensando que es mejor amarse más, siempre un poco más. (Lucha Libre publicada en elPeriódico el miércoles 24 de julio del 2013)

martes, 16 de julio de 2013

Eco país

Cuando pienso en un país del primer mundo, me imagino algo industrializado, gris, lleno de concreto y contaminación. Pero no siempre es así, me di una grata sorpresa al recorrer parte de Alemania, viajando de Bonn a Berlín. El medio de transporte lo conseguí en http://www.mitfahren.de/ una página de Internet para quienes desean viajar en carro y compartir gastos de gasolina, cada quien pone sus condiciones y busca socios de viaje. Acompañada de dos desconocidos y un conocido recorrimos (ayudados de un GPS) media Alemania en cinco horas. Mis ojos estuvieron en contacto con el verde todo el tiempo, bosques enormes produciendo oxígeno, paneles solares en casi todas las casas de los pueblitos que atravesamos (20% de la energía limpia viene de pequeños productores) y muchas granjas eólicas aprovechando la fuerza del viento. En toda la carretera no vi una sola valla publicitaria contaminando el paisaje que comparado con nuestra exuberancia tropical no es la gran cosa. Aun así, es lindo ver tanto verde sin distracciones consumistas, sin vinil, ni lámina. La conciencia de separar la basura, reutilizar, reciclar y reducir está extendida entre los alemanes que en su mayoría llevan bolsas de tela para las compras y se inclinan por el consumo responsable. Es mucha la gente que devuelve sus envases plásticos, de vidrio y aluminio y a cambio recibe dinero. Para que esto suceda y funcione, legisladores y pueblo se dieron cuenta de la importancia que tiene cuidar el medio ambiente para la salud de los habitantes y para la economía del país. ¿Cuándo empezaremos en Guate?
(Lucha Libre publicada el miércoles 17 de julio en elPeriódico de Guatemala)

miércoles, 10 de julio de 2013

Museo de la vergüenza

En la puerta de entrada al campo de concentración de Sachsenhausen, en las afueras de Berlín, se encuentra un rótulo que dice: el trabajo te hace libre. Parece una mala broma, cuando pensamos en los treinta mil prisioneros de los nazis asesinados ahí cruelmente, después de servir como mano de obra gratuita. No dejo de pensar en los paralelismos con Guatemala: indígenas obligados a trabajar en las fincas de café por sueldos míseros y que luego son descartables; seres humanos asesinados por el aparato del estado que utiliza las leyes en contra de los que considera sus enemigos. Todo esto, bajo la mirada cómplice de los ciudadanos. Y aunque visitar estos museos del horror puede parecer amarillismo o turismo del morbo, y no deja de tener algo de cierto, lo importante es lavar los trapos sucios. Enseñar al mundo nuestra mierda y errores es un ejemplo de humildad y sobre todo es un compromiso con el futuro, con los niños que deben aprender en las escuelas, que torturar y asesinar al prójimo no es bueno bajo ningún pretexto; ni porque son comunistas, rebeldes, judíos, negros o mujeres. No hay razón para la maldad. Como todavía es gratis soñar, quiero imaginar en un futuro no un museo del genocidio en Guatemala, sino muchos, en cada lugar donde los indígenas fueron matados como moscas: Comalapa, Panzós, Rabinal, Nebaj, Cotzal, Dos Erres y así. Cada base militar convertida en un memorial del horror; fotos de los desaparecidos, archivos militares, instrumentos de tortura, ropa encontrada en las fosas comunes, armas y los testimonios de las víctimas que nos recuerdan: ¡Si hubo genocidio!.

miércoles, 3 de julio de 2013

Saborcito

Llevo dos semanas en Alemania sin saber más que tres palabras en alemán. Cada día o noche me he topado con un latinoamericano que me salva de alguna manera del laberinto de Babel. Pienso en la peruana que limpia mi cuarto de hotel y la dominicana que me traduce los ingredientes en la cocina de la Deutsche Welle y que canta y ríe a un volumen un tanto escandaloso para los germanos. No olvido el saludo cordial y la sonrisa del boliviano que recoge las bandejas de comida. Escucho La Bamba tres veces al día en voz de los músicos que recorren el subterráneo buscando unos euros que les alivianen la vida en el exilio. Me tintinea el corazón con el digestivo que nos regala el mesero ecuatoriano al reconocernos latinoamericanos como él. En la cultura alemana, los hispanos han conquistado poco a poco un espacio con su trabajo en los oficios más pesados; limpieza, preparación de comida y otros servicios que muchos quizá desprecien. Van permeando el imaginario, dejando referencias en la música, los graffitis, la cultura y la gastronomía local. La vida germana no solo se alimenta y engrandece con el sabor latino, sino también con otros migrantes que debido a la guerra en sus países, la represión y el hambre (literal y metafóricamente) dejan su vida y empiezan de nuevo en éste país que mantiene una política abierta al otro. Cada día me alimento con la gastronomía turca o árabe, únicos que mantienen abierto las 24 horas del día sus locales y que tienen comida a un precio más que razonable. Así que ¡Benditos los migrantes que enriquecen con su cultura a los países desabridos!