miércoles, 29 de septiembre de 2010

Escurrirse

Este 2010 se me fue escurriendo sin darme cuenta. Septiembre está por terminar y Foto 30 no vino a Pana, ni yo logré ir a ninguna actividad. Se me secarán los ojos por falta de imágenes frescas y nuevas. Mis brazos aún no han mecido a la dulce Inés, la esperada bebé de mi amiga Claudia. Y la Gloriosa Victoria será para los que viven cerca del corazón de concreto de este país húmedo y tierno. Diego Rivera se encuentra muy lejos de mi realidad de charcos y botas de hule.
En los últimos meses del año suelo extrañar la vorágine de la ciudad. Me veo entre cócteles y exposiciones, hablando cualquier cosa, bebiéndome el tiempo, dejando que la fiesta, el arte y las conversaciones banales llenen mis horas nocturnas con la dulce anestesia de la embriaguez. Y si suenan Las Marimbas del Infierno, diré Aquí Me Quedo, viendo cine nacional.


En mi pueblo, que es cualquier pueblo, la actividad más importante es la feria. Los niños han pasado todo el año esperando el momento en que los camiones viejos se estacionen frente a la iglesia católica con su chatarra a cuestas. La rueda de Chicago, el gusanito y sobre todo los futillos y las maquinitas tragamonedas. Han ahorrado durante meses, han roto la alcancía, han hecho venta de “garaje” de sus juguetes viejos, han montado obras de teatro y han logrado juntar el dinero suficiente para pasarla bien sin tener que depender de las frágiles finanzas de la madre y/o el padre. “¡Al fin churros para niños!”, exclaman emocionados.


Siento a octubre abalanzarse sobre mí con todos sus cumpleaños y actividades extracurriculares. Y siento un deseo extra de ser algo diferente. Ser satélite previniendo tormentas. Ser abstinencia en expansión. Ser polvo esnifado por la nariz del tiempo. Ser agua escurriendo por tu espalda. Ser periódico de ayer.


(Lucha Libre publicada en elPeriódico el miércoles 29 de septiembre del 2010)

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Serpenteando


Mis otras yo decidieron cambiar la rutina del martes. Nada de atiborrarse de diarios, periódicos y noticieros para luego vomitar sapos y culebras sobre aquellos que creen dominarnos. Sólo por hoy evitaremos caer en el juego de la jerarquía en la comunicación. Toda información es relevante. Una mañana de sol vale más que mil twitters. Gorra, agua pura con hierbabuena y la actitud de una navaja suiza. Las manos miniaturas de mis hijos van guiando mis pasos. La risa nerviosa de la aventura es la gasolina que combustiona mi huevonería. Tomemos este atajo, metámonos por este callejón, preguntemos aquí como bajar al río.


Caminamos río arriba por el San Francisco. Río urbano, río travieso, río sucio. Entiendo bien por qué los Tatas dicen que su nahual es la serpiente. Vamos zigzagueando entre los destrozos. Nos detenemos a recoger piedras de colores que un día fueron escenario para un ecosistema diferente. No vemos cangrejos, ni sapos, ni caracoles, mucho menos hermosos peces de colores. A lo más un zapato viejo, mucho plástico, algo de ropa destrozada contra las piedras, hierro retorcido, pedazos de concreto. Un ejército de personas trabajan cada día modificando este lecho -que con agua- arrastra rocas, arenas y lo que se ponga a su paso. Familias recogen la leña para el fuego de la noche. Un par de tractores juegan a apilar material a los lados. La geografía nos cambia los planes y nos expulsa a la calle. El chiquito señala el camino hacia la montaña y sus ojitos brillantes no aceptan un no, por respuesta. ¡Vamos pues! Dos segundos hacía arriba y el paisaje es metamorfosis pura. La sombra de los árboles nos relaja, la naturaleza es simplemente verde, aunque el grande la clasifica como exuberante. Respiramos olor a bosque y seguimos hasta un claro donde contemplamos Panajachel desde las alturas. Ambos, el grande y el chiquito, explotan en risas nerviosas de alegría.
Mami, ¿ya viste? es mejor que leer el periódico.



miércoles, 15 de septiembre de 2010

Alegoría patriota

La palabra patriota está bastante desacreditada en el país gracias a
un partido político al cual no deseo hacerle propaganda ni en mi peor
pesadilla nazi. Pero la definición que da el DRAE no me desagrada del
todo, podría incluso tolerarla. Patriota: Persona que tiene amor a su
patria y procura todo su bien. En el sentido amplio de la definición,
si soy patriota; amo Guate y le deseo sólo bienestar. Claro que sí;
aquí nací, aquí vivo, y en esta tierra fértil e impredecible deseo
convertirme en compost. Ser coqueta roja que recicla.
Así como amo intensamente a mi Guate, y a veces me ciego en el
nacionalismo -sobre todo en el rock y en el cine- también reconozco
que mi patriotismo no es tan excesivo como para excluir en mis
oraciones vespertinas, a los vecinos de El Salvador, por ejemplo. A
ellos les deseo exactamente la misma buena vibra que a mi vecino de
casa, sea cakchiquel o israelí . Y por supuesto el mismo sentimiento
me embarga cuando pienso en los beliceños, aunque para mí imaginario
sean tan lejanos como los chiítas.
En mi amor patrio, y amor al prójimo y al vecino, no cabría ni en mi
peor paranoia, por ejemplo, votar por una guerra contra Belice o algo
parecido. Si pudiera hacer un referéndum no reforzaría los límites,
sino las libertades. Que rico sería independizarnos de los poderes
del narcotráfico y así como sugirió Zamora recientemente, despenalizar
las drogas para empezar a curarnos de tanta violencia. Hacer patria
para todos. Añoro un espacio físico común y no privatizado, en el que
quepamos todos, los que por herencia o casualidad habitamos esta
tierra donde casi no hay ceibas, ni monjas blancas, ni quetzales, ni
jaguares, pero los cielos son de una gama infinita de azules. Cada día
un azul distinto.
(Lucha Libre publicada en elPeriódico 15 de septiembre del 2010).

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Muerte y lodo en la C-A1

Conozco la carretera Interamericana desde que se convirtió en mi camino hacía el amor hace casi una década. He visto sus transformaciones, los cortes bruscos en las montañas, las mutilaciones, ampliaciones y toda la metamorfosis que sufre a diario. Tuve mi alegrón de burro hace algunos meses, cuando cada tantos kilómetros había aquel cartel de Cementos Progreso que prometía: “Carretera sin mantenimiento los próximos diez años”. Dos días después del Agatha, todas esas vallas yacían soterradas entre los escombros. No las volvieron a poner, ¿quién sabe por qué?


Desde que comenzó este invierno, que parece no querer acabar nunca, cada vez que agarro esa carretera, siento miedo. Paso en mi carcacha al lado de los grandes muros de tierra, alucinada por los cortes de la montaña, recordando el respeto que tienen los campesinos a la naturaleza. Pero esas cosas nos parecen pendejadas, nosotros tomamos lo que necesitamos y punto. ¿Permiso a la Pachamama? ¡JaJaJa!.


Veo esos grandes paredones y me pregunto si fueron realizados por el trazo inteligente de algún ingeniero, si estudiaron y analizaron sus formas y sus propiedades deslizantes. Compruebo que sólo hacen falta dos horas de lluvia para que árboles, piedras y cerros caigan sobre el asfalto, tapando el camino. Cada vez igual que la anterior. Las montañas se desparraman, lloran piedras sobre los vehículos, soterran vidas. No son carreteras realizadas por expertos. Pura hueveadera. La corrupción, las comisiones y las tranzas son más importantes que las vidas humanas. ¿Quién asume los muertos de la Carretera Interamericana? ¿Son culpa de Dios o de las constructoras que no previenen? Bueno, nada de dudas, el señor Presidente ya exculpó a los suyos.


(Columna publicada en elPeriódico el miércoles 8 de septiembre del 2010)