miércoles, 28 de mayo de 2008

Tú eres la ciudad


(A Alvaro Arzú)

Y tu corazón es un enorme basurero flatulento que expide gases grises hacia el cielo. Por tus venas de concreto y neón corren máquinas de la muerte todo el tiempo, algunas veces con taquicardia otras con hipotensión. Glóbulos rojos, blancos y de colores que chocan embriagados entre sí.

Tu pecho de mujer siliconeada está apretado por un corsé de pobreza y abandono que no te deja respirar, ni aunque te guarden la espalda y tu seguridad privada te dé respiración de boca a boca. Mira ese alambre espigado que corona tu cabeza, rey de las judías. Ponle un poco de electricidad para que ladrones y pájaros mueran electrocutados sobre tus sueños.

Tu esqueleto de 228 kilómetros cuadrados de cemento y hierro no alcanza para albergar los cuatro millones de latidos que aún creen que pueden obtener de ti, un poco de prosperidad, sin saber que tus huesos están condenados por una osteoporosis crónica.

Tus manos blancas y finas de manicure francés contrastan con tus pies morenos y agrietados de tanto buscar trabajo. Tus ojos tristes sólo reflejan las vitrinas de un alma eternamente en SALE . Tu boca no canta como los pájaros, si no que grita, hace bulla, duele, apesta a mierda. Eructas pollo cuando comes frijoles. Tus brazos y tus piernas son barrancos llenos de pobreza y abandono, que no abrazan, ni mucho menos empiernan a nadie.

Bajo tu cabellera rubia, sobresalen las raíces negras de un cabello lleno de liendres, genocidios, masacres y terribles injusticias. Descansan, bajo tu alma fría, los espíritus de la antigua Kaminal Juyú, que a veces se levantan en las noches para bailar en alguna discoteca aquella canción de Rubén Blades, que hoy me acerca a ti y a tu plástico.

(Columna Lucha Libre del miércoles 27 de mayo del 2008 en elperiodico)

martes, 27 de mayo de 2008

Ojo por ojo

Las noticias sobre deportaciones de guatemaltecos que trabajaban en Estados Unidos son para pararle los pelos a cualquiera. Ha trascendido ahora, que no sólo los mandan de mala manera, sino que también los drogan sin pedirles autorización. Por si las moscas, no vaya a ser que se pongan agresivos los muchachos. Lo más impresionante e increíble de esta situación es la mamonería con que actúan nuestros representantes. No puedo creer que Colom no haya podido decirle nada al señor Bush, al respecto; no puedo creer que tengamos una Cancillería, un Ministerio de Relaciones Exteriores tan cero a la izquierda que sea incapaz de exigir al país vecino, medidas más humanas y tratos más dignos para los guatemaltecos que su único pecado es querer trabajar y sacar adelante a su gente.
Durante años, muchos años, los latinoamericanos: guatemaltecos, mexicanos, salvadoreños y peruanos han sido la mano de obra barata de todo el trabajo sucio de Estados Unidos. Los que limpian las calles, barren la basura, lavan trastos, recogen las cosechas. La gente más trabajadora y la que gana menos dinero son latinos que han dejado su familia, su hogar, sus costumbres, con el único objetivo de sacar adelante a sus seres queridos. Estas personas pagan impuestos, contribuyen con su trabajo diario a la potencia mundial que hoy les da la espalda y los manda con una patada en el trasero de vuelta a sus países de origen.
Yo me pregunto qué pensarían los gringos si en Guatemala comenzáramos a usar la ley de la reciprocidad. Imagínense, que mala onda sería que fuéramos a todos los bares de Antigua, Quetzaltenango y Panajachel a pedirle sus papeles a los gringos que trabajan de meseros en dichos antros. Y que al darnos cuenta que están trabajando ilegales y que no tienen permiso para hacerlo optáramos por drogarlos, amarrarlos y mandarlos de regreso a su país de origen, sin darles tiempo de explicar su situación y sin poder despedirse de sus novias, familiares o esposas.
¿Qué creen que pasaría? ¿Creen que saltarían las autoridades estadounidenses a defender a sus compatriotas o no? ¿Creen que sería mala onda o algo justo?

(Columna Lucha Diaria publicada el martes 27 de mayo del 2008 en elQUetzalteco)

domingo, 25 de mayo de 2008

Anclas o alas


(Antonina chequeandome cuando tenía al Nico en la panza)

Recuerdo muy bien ese primer regalo de futura madre que recibí. Era un diario para que escribiera los momentos más trascendentes de la vida uterina de mi cría. El álbum, empastado en color azul, contenía una leyenda en la primera página que rezaba así: “Los hijos son anclas en la vida de las madres”. Poco me faltó para salir corriendo directo a la primera clínica abortista que me topara en el camino, si no fue porque en el momento de decidir tener ese hijo estaba segura que mi caso sería distinto, y que yo no quería anclas, sino alas en mi vida.

Algunos meses después, enfundada en mi depresión post-parto y con la rutina de 24 horas diarias con un chiriz colgado del pecho, recordé aquella sentencia y me sentí ingenua y algo engañada. Alguien se había apropiado de mi vida, mi cuerpo y mi tiempo sin ni siquiera percatarse, mucho menos con alguna conciencia de agradecimiento o respeto por el violento atropello a mi libertad. Mientras tanto, el padre intentaba en vano ayudar; pero sin leche en las tetas, su aporte se reducía a cambiar pañales. Aunque, a medida que los hijos fueron creciendo, su “ayuda” se fue volviendo más concreta. Y ahí debo reconocer que me costó ir cediendo esos pequeños espacios de poder que confiere la maternidad para compartirlos con el padre.

Aun así, cada cierto tiempo, cuando paso demasiado tiempo con mis hijos, siento que me ahogo, que me aplasta esa inmensa y grande tarea que significa atenderlos sólo en su rutina diaria de comer, cagar y crecer. Y no es que sea tan cansado el hecho de ir atrás de ellos recogiendo su desorden o persiguiéndolos para cambiarlos, como si su única tarea en el mundo fuera hacer mierda la ropa recién lavada. Lo cansado no es eso, no pertenece ni siquiera al terreno físico. Para mí, lo más agobiante de la maternidad sucede en el plano psicológico, en la energía que invierto tratando de contestarles sus dudas y escuchar sus pequeños comentarios. Los niños, por lo menos los míos, son demasiado intensos y absorbentes, requieren y exigen de mí toda la atención posible. ¡De mí! que siempre he vivido en las nubes.

Mi consuelo es que la maternidad no es para toda la vida, al menos yo no quiero ser ese tipo de madre imprescindible, aunque me salga del molde aceptado por esta sociedad patriarcal y machista que ha pretendido reducir la vida de las mujeres a atender las necesidades de sus hijos y maridos, amparando esto bajo el velo sagrado del “amor incondicional”.

Yo me rebelo. Soy madre, pero soy mucho más que eso. Así que cada cierto tiempo, esta esclava se escapa a probar qué se siente ser libre. Olvida las crías y vuela alto -muy alto- para caer en picada y sentir el viento despeinando sus alas. A veces regresa a tiempo para contarles un buen cuento de sus viajes al mundo egoísta de la individualidad.

(Columna pubicada en La Cuerda No.111, mayo 2008 y dedicada a Claudia Chavez, quién empieza la aventura de la maternidad)

sábado, 24 de mayo de 2008

Los niños cultos

Qué semana!!!!!!!!!

Qué mes, qué día, qué vida...
A veces escribir puede ser la única forma que tengo para ser.
Refugiarme en las palabras, saber que alguién me escucha en algún lugar
qué alguién me lee, algunos años despúes. El planeta Tierra se desangra,
soy un globo saliendo de él. Tengo frío, calor, ahogo, miedo, alegría y también un poco de sueño.
Sueño

martes, 20 de mayo de 2008

Domingo sin domingo

Sombrero de paja, camisa vieja, pero sin hoyos; taparrabos de lana, pantalón de colores vivos, caites que dejan ver sus pies golpeados por los caminos. Con la mano izquierda, Domingo toma un puñado de semillas de la bolsa, dice una oración en kaqchikel y las deposita con sabiduría en la fresca tierra, previamente labrada por él. Ya está viejo Domingo y no escucha casi nada. Mis oídos ya no sirven, dice pausando cada palabra.
En esta vida, solo el machete lo ha acompañado siempre, es su fuente de trabajo, el instrumento con que da de comer a sus hijos y que le permite echarse sus tragos de vez en cuando. Con él, igual desmonta un terreno baldío o abre una zanja para compost. A veces pide permiso de la casa donde cuida el jardín para subir a Sololá a ver lo de su pago, algo así como la carta del coronel que nadie le escribe; la promesa del cheque por el tiempo que anduvo con las Patrullas de Autodefensa Civil, cuando tuvo que armarse y hacer rondas contra la guerrilla.
Ya rascando los 80 años de vida, Domingo trabaja bajo el sol intenso cada uno de los días de la semana; sabe bien que el día que no trabaja no hay paga. Apenas le alcanza el tiempo para cosechar su milpa. Aunque ya está acostumbrado a esa situación. Su mujer actual, 40 y pico años más joven que él, no perdona el gasto. Ni modo, si los niños siempre comen; todos los días se lava ropa y siempre hay algún imprevisto qué resolver con dinero. Cada vez, las peleas con su joven mujer son más frecuentes. “Ya no quiere acostarse conmigo”, dice Domingo; aunque en realidad lo que ella ya no quiere son hijos que alimentar. Pero aquello de los métodos anticonceptivos no entra dentro de sus reducidos bolsillos.
El otro día, Domingo se tropezó y se cayó, quizá borracho. Iba bajando uno de aquellos callejones estrechos que por la montaña lo llevan a la aldea donde vive. Se golpeó la cabeza, tenía sangre en su sombrero viejo y una mirada un poco más ausente. No pudo faltar al trabajo, porque si no trabaja no gana. Y cuando se vive al día al día es casi imposible ahorrar para el médico o la pomada. Domingo sin domingo ¿cuánto más aguanta tu espalda de campesino pobre?


(Lucha Diaria publicada en el Quetzalteco el 20 de mayo del 2008)

martes, 13 de mayo de 2008

La casa fría


Foto: (Manuela Crisóstomo en el cielo con diamantes)


Un día despiertas esperando la suave y cotidiana rutina, sin sospechar que en la esquina de la vida, toda cambia en un segundo. Un día vestido de negro en el calendario, tan parecido a otros que fueron rojos, naranjas, verdes. Pero este es negro. ¡Que pare el mundo! Un corazón ha dejado de latir, un pájaro se aleja para no regresar, una sonrisa se diluye en el mar.

Se acabaron los días contados de felicidad y seguridad. De pronto, hay un árbol de flores amarillas goteando pétalos sobre mi cabeza. Un dolor en el pecho que crece con cada paletazo de tierra que cae sobre un pequeño ataúd blanco. La certeza de que nada es tan seguro como la muerte cayendo sobre las ilusiones de los vivos. Y la respuesta que buscamos tanto, sigue sin aparecer.

Con el azul del cielo se fue Manu para enseñarnos a quererla de otra forma, como aprendimos a ver a Juan en la fuerza de un rayo, a Emilio vuelto estrella fugaz, a los abuelos en el vuelo de un pájaro. Los que nos quedamos, los que no pertenecemos al selecto club de los que mueren jóvenes, vamos acumulando niebla en el corazón, agua en los ojos, gritos en el pecho, borracheras que engañen al olvido. Buscamos volver a la seguridad de la posición fetal hasta parir un nuevo grito de vida, y sentirnos acunados por la risa, consentidos por los amigos; el Giova levantando el trago por los que se fueron, la Yaz al teléfono transmitiendo su fuerza, el amor intenso de mi familia, y el Mik gritando tras el micrófono que esta década como un ciclón va desvaneciendo todo, todo y más de lo que amas.

Antes que la mariposa negra extienda sus alas sobre mí, me falta derramar en la tierra un poco de alcohol, prender las luces para el camino y tomar fuerza de mis muertos para dar a los vivos todo mi amor.

(Lucha Libre publicada en elPeriodico el miércoles 14 de mayo del 2008, columna dedicada a Juan Camacho a ocho años de su muerte, a Emilio y a Manuela)



lunes, 12 de mayo de 2008

Sotz'il


Algunos kilómetros después del cruce Los Encuentros se encuentra la comunidad de El Tablón, Sololá. Papas, zanahorias y otras hortalizas bañadas con la neblina intensa de las montañas boscosas salen diariamente en camiones hacia los cuatro puntos cardinales.
Esa región kaqchikel parió en el año dos mil, un grupo de artistas multidisciplinarios bajo el nombre de Sotz'il (el murciélago). Diez espíritus inquietos dedicados a explorar en sus raíces mayas, la tradición artística de la danza, el teatro y la música. El movimiento tiene hoy una sede; la Casa del Murciélago, que es un lugar entre maizales, especie de centro de aprendizaje y experimentación artística.
Con una dedicación y profesionalismo excepcionales han logrado crear un argumento artístico basado en el Pop Wuj que se escapa alegremente de los esquemas folklóricos de cualquier compañía de teatro similar. Será quizá, su constante y rigurosa búsqueda espiritual la que los ha llevado a entrevistar a cientos de ancianos, tatas y nanas para buscar su sabiduría en la exploración y creación de cada montaje que realizan. El fruto de esta búsqueda se ve reflejado con la respuesta asombrada y agradecida del público que ha tenido la oportunidad de ver sus obras.
Los jóvenes, la mayoría graduados de la primera escuela bilingüe de la región, se confiesan portavoces de un legado ancestral digno, que a pesar de explorar con éxito la comicidad, no deja de ser serio y en algunos casos incluso, intensamente emocional. Ellos son el reflejo más brillante de la cultura maya en constante viaje evolutivo hacia el futuro.
Tuve la oportunidad de presenciar en Panajachel; Ajch'owen (el artista), un montaje que fue validado antes de ser presentado en publico por los guías espirituales (ajq'ij) del área quiché, quienes dijeron, esto si, esto no. Mi reacción, al igual que la del público presente fue de absoluto asombro y respeto. No podría describirla, pues como dicen ellos, es una experiencia que sólo viviéndola adquiere su significado verdadero. Pero puedo decir que algo adentro de mi alma, vibro de una manera especial. Pude sentir una comunión con el trabajo que realizan, mi identidad como guatemalteca se vio revitalizada y el orgullo de ser parte de esta tierra heredera de los mayas.
Mil gracias a Sotz'il por ese intenso regalo del pasado al presente.


(Columna Lucha Libre del martes 13 de mayo del 2008 en el Quetzlateco)

jueves, 8 de mayo de 2008

Hambre de madre


Son cuatro mujeres, pero podrían ser diez, cien o cien mil. Hoy me refiero a Olga López, Ana Escobar, Elizabeth Rodríguez y Raquel Par, cuatro madres que pasaron ocho días en huelga de hambre frente al Palacio Nacional y frente a tantos guatemaltecos que hemos construido una costra de indiferencia en nuestra alma.
Estas cuatro valientes y combativas mujeres no son para nada felices, tienen desde hace más de un año, un dolor en el pecho, imposible de curar hasta que no tengan de nuevo entre sus brazos a los hijos que les fueron robados. No puedo ponerme en sus zapatos porque siento que me desmoronaría en un segundo, que no tendría la fuerza necesaria para poner una denuncia en la PNC y ver la indiferencia con que ellos toman cada caso. Tampoco tendría el valor de ir al MP y ver a los agentes reírse en mi cara de mi dolor, ni podría llegar al PGN, ni al Congreso a suplicar que hagan algo por mí. No puedo imaginarme lo que ha de ser pasar una noche, sin saber que comen, donde duermen, a quién abrazan mis hijos. No podría pararme, no abriría los ojos, ni saldría a buscarlos. Sería sólo un saco de tristeza roto, la llorona de la leyenda.
Admiro muchísimo a estas cuatro mujeres y a Norma Cruz, quién las ha acompañado en este camino horriblemente empinado que es tratar de luchar contra un sistema racista, capaz de dar justicia sólo a quiénes tienen el dinero para pagarla. Estuve con ellas el tiempo suficiente para sentir el inmenso vacío que llevan en el corazón desde el momento en que les robaron a sus hijas.
Todo mi amor y mi fe para que Anyeli Liseth, Arlene Scarleth, Esther Zulamitha y Heidi Sarai puedan reencontrarse pronto, muy pronto, con su familia que las busca y las añora. Y que todo el peso de la ley caiga contra la infernal maquinaria de adopciones ilegales integrada por siniestros abogados, jueces, notarios, niñeras y burócratas de migración. Amén.

¡Que se la corten!

Uno de los crímenes más horrendos e imperdonables que puede cometer un hombre es la violación. Y más grave aún si lo hace a una persona de su confianza, una amiga, una hija, una hermana. El daño es irreversible y afecta a toda la familia para siempre. La violación es utilizada en las guerras como arma de batalla para denigrar al enemigo. Se cuenta que en Guatemala, los altos mandos del ejército alentaban a sus muchachos a insertar en las mujeres indígenas la semilla del supuesto "vencedor". Lo más grave del asunto es que, en muchas comunidades del Altiplano, estas prácticas salvajes siguen siendo comunes, y hasta vistas con naturalidad. Recientemente leímos en este medio de comunicación que Juan Colop Sam fue sentenciado a prisión por haber abusado de sus dos hijas de siete y nueve años. ¿Pero que le pasaba por la mente a este hombre? ¿Podrá regenerarse un tipo capaz de hacer eso a las personas que tenía por mandato divino cuidar? Sin embargo, el caso se repite; Luis Rojas Guzmán está preso desde el 19 de marzo por haber abusado sexualmente en dos ocasiones de su hija de 15 años, quien ahora está embarazada. Un hijo nieto viene en camino. Y aún no olvidamos que Chan Hernández, originario del barrio Curruchique, Salcajá, aprovechó su superioridad en edad y fuerza para obligar a su hermana de 12 años a tener relaciones sexuales con él, dejándola embarazada. Todos estos crímenes deben ser castigados con todo el peso de la ley. No se debe esperar que la Ley de Feminicidio entre en vigencia, pues de todos modos son delitos graves. En mi opinión, a los violadores recurrentes, sobre todo cuando hay agravantes (como de un maestro a una alumna o un padre a una hija) deberían cortarles el miembro viril. Castrar a los violadores. Y es importante que las mujeres nos atrevamos a denunciar todo tipo de acoso. Decirle alto hoy a un acosador puede evitar mañana una violación. Así que ojalá que el caso que recientemente salió en elQuetzalteco, de los profesores que acosaban a las alumnas, se solucione. Que despidan y no toleren jamás que viejos verdes molesten a estudiantes. Que la sociedad entera apoye a las víctimas.
(Columna Lucha Diaria publicada en elQuetzalteco el martes 6 de mayo).