Foto: (Manuela Crisóstomo en el cielo con diamantes)
Un día despiertas esperando la suave y cotidiana rutina, sin sospechar que en la esquina de la vida, toda cambia en un segundo. Un día vestido de negro en el calendario, tan parecido a otros que fueron rojos, naranjas, verdes. Pero este es negro. ¡Que pare el mundo! Un corazón ha dejado de latir, un pájaro se aleja para no regresar, una sonrisa se diluye en el mar.
Se acabaron los días contados de felicidad y seguridad. De pronto, hay un árbol de flores amarillas goteando pétalos sobre mi cabeza. Un dolor en el pecho que crece con cada paletazo de tierra que cae sobre un pequeño ataúd blanco. La certeza de que nada es tan seguro como la muerte cayendo sobre las ilusiones de los vivos. Y la respuesta que buscamos tanto, sigue sin aparecer.
Con el azul del cielo se fue Manu para enseñarnos a quererla de otra forma, como aprendimos a ver a Juan en la fuerza de un rayo, a Emilio vuelto estrella fugaz, a los abuelos en el vuelo de un pájaro. Los que nos quedamos, los que no pertenecemos al selecto club de los que mueren jóvenes, vamos acumulando niebla en el corazón, agua en los ojos, gritos en el pecho, borracheras que engañen al olvido. Buscamos volver a la seguridad de la posición fetal hasta parir un nuevo grito de vida, y sentirnos acunados por la risa, consentidos por los amigos; el Giova levantando el trago por los que se fueron, la Yaz al teléfono transmitiendo su fuerza, el amor intenso de mi familia, y el Mik gritando tras el micrófono que esta década como un ciclón va desvaneciendo todo, todo y más de lo que amas.
Antes que la mariposa negra extienda sus alas sobre mí, me falta derramar en la tierra un poco de alcohol, prender las luces para el camino y tomar fuerza de mis muertos para dar a los vivos todo mi amor.
(Lucha Libre publicada en elPeriodico el miércoles 14 de mayo del 2008, columna dedicada a Juan Camacho a ocho años de su muerte, a Emilio y a Manuela)
8 comentarios:
Uno nunca sabe cuanto tiempo estara en el mismo lugar, por eso debemos experimentar al maximo, reir, llorar, amar todo lo que podamos mientras podemos... un abrazo y muy buena definición de un adios.
No se hermana, pero siempre cuesta mas, decir adios!
Un abrazo solidario desde el lado mojado del rio grande!
Qué le pasó? De verdad que no es simple curiosidad. Me intranquiliza tanto ver al angelito lindo y saber que se fue tan pronto al cielo sin aparente explicación...
El dolor nos dobla pero nunca debe quebrarnos. La muerte es un cambio nunca un fin. Cuando parte un viejo, un enfermo el dolor se relativiza, cuando parte un joven no hay forma de que la razon suavice el dolor, solo el tiempo traera alivio. Un abrazo enorme.
Gracias a todos por sus palabras
Anónimo: fue justo lo que usted dijo se fue al cielo sin aparente explicación. Por eso también es tan doloroso.
Ah la vos, qué terrible es ver partir a quines apenas empiezan y tienen todo un camino por delante.
realmente me conmovió mucho esta columna.... tal vez porque siento en el pecho lo que describís....
Rebeka
Apreciada Lucía:
No nos conocemos en persona, pero la leo casi siempre.
Tu columna de opinión del miércoles pasado me pareció
especialmente bella y conmovedora.
La creo digna de figurar en cualquier antología del idioma castellano que se
reúna de entre lo mejor del periodismo de opinión.
Esto, por supuesto, sé que ni roza la médula de su dolor.
Yo también he pasado por interminables momentos en casas muy frías porque
quienes les daban calor se me habían marchado y cualquiera palabra que
pretendía consolarme se me antojaba insípida y hasta levemente insultante.
Pero yo no creo que cada vida es, como lo lamentara Sartre, “una pasión
inútil”. El simple hecho de que de esas pérdidas inevitables usted nos
regale a los demás un racimo espiritual de tanta belleza y profundidad, pone
de manifiesto que lo humano siempre hace una diferencia, aunque permanezca
anónima, para bien en el tiempo y en el espacio de la entera humanidad.
Entreveo que es usted una mujer joven, sensible e inteligente.
También tal vez agnóstica. En este último caso, creo compartir esa su
rebelión existencial contra toda “mariposa negra”. De todas maneras, me
atrevo a hacer uso de una frase, atribuida a San Agustín: “una lágrima se
evapora, una flor se marchita, pero una oración es siempre recogida por
Dios”.
Quizás, desde otra tierra y desde otro cielo, su bello comentario llegue,
empero, a ser interpretado como tal oración.
La acompaño en la pena que a todos, paradójicamente, nos hace más humanos,
como lo acaba de confirmar usted con su calor personal desde una casa muy
fría.
Atentamente,
Armando de la Torre
delatorre@ufm.edu>
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