miércoles, 22 de octubre de 2008

Discodemo



Hay muchas maneras de probar si un país es democrático o no. Se puede acudir a las estadísticas, a las cifras de ingresos, producción y consumo, o se puede ir a bailar. Yo me apunto a lo segundo, es en la pista de baile, además del transporte público y los parques, donde es más fácil percibir si un país es democrático de verdad o de mentirita. Ubiquémonos en una discoteca en Guatemala. Ahí estoy con mis jeans viejos y mis pelos negros alborotados. No uso minifalda, no parezco una Barbie, no me pinto los labios color vin rouge, no estoy en la lista de invitados y no tengo un sex appeal arrollador. Los gorilas de la puerta ni me ven, podría morir de hipotermia y jamás entrar a la discoteca. No olvidamos el caso del Tarro Dorado cuando Irma Alicia Velásquez con su hermoso güipil no pudo tomarse una cerveza ahí. A nadie le sorprendió.

Ahora vayamos a una discoteca cualquiera en Estocolmo. Ahí está la abuelita con su nuevo marido, a su lado pasa una pareja gay demostrando sin complejos su amor en público, un obrero marroquí observa todo desde la barra, y un punk baila solo en la pista donde un Dj mexicano hace el ridículo. La niña Barbie también se encuentra ahí, posiblemente esta noche conozca un jipi colombiano que le enseñe a mover las caderas a lo Shakira. El sueco de los anteojitos con su look nerd sale al balcón a fumar un cigarrito, una morena despampanante le pide fuego y le apacha un ojo.

Aquí no es imposible que a personas de distintos estratos sociales las separe sólo el sonido de la música. Luego es fácil que exista la movilidad social. Por eso hasta puede suceder que un “príncipe azul” se enamore de una periodista plebeya, o una rockera termine de esposa de un presidente francés.

Todo por el gusto de bailar un poquito.

(La Lucha Libre publicada el miércoles 21 de octubre del 2008 en el periódico)

martes, 14 de octubre de 2008

Síndrome de Estocolmo (o esto es el colmo)

(Ahora que los japones inventaron la cámara para tomar fotos a los sueños, me pueden ver recibiendo el Nobel de Literatura)

Me cuesta tanto imaginar cómo sería mi vida de haber nacido, por ejemplo, en Suecia. Me veo con mis medias coloridas de lana, y mis dos trenzas largas y negras (o quizá rubias) a lo Pippi Långstrump llegando a la biblioteca de Kalmar a buscar qué leer. Ahí estoy, confusa pero feliz entre millones de textos y películas traídas de todo el mundo para éxtasis de los de los más pequeños.
No puedo aburrirme, no necesito hacer travesuras pues todo está hecho e incluso escrito. No me expulsan de un colegio tras otro, no me escapo a fumar marihuana con mis amigos, no me rebelo ante la autoridad, no me meto a estudiar periodismo.
Y es que no me imagino pues cubriendo, el operativo que ayer presencié (un milagro en este mundo civilizado), un robo soso, sin sirenas, sin persecuciones, ni patadas, sin sangre, ni violencia, con policías que parecen Kents. Un robo tan civilizado, que da pena ajena. Imaginan ustedes un tipo que entra a la libreria y roba un libro? En mi patria, más que cárcel, se le felicitaría, es un ladrón intelectual.
Y es que no soy sueca, sino guatemalteca. El periodismo para mí, es una adicción, es la adrenalina que me hace despertar cada día con las ganas de cambiar el mundo. Es amar al patrón maldito que me da patadas en el culo, me paga mal y al que sin embargo, soy tan fiel como la más sumisa de todas las mujeres.
Siento un placer casi morboso en mi profesión. Y no sé si algún día podré dejar este vicio para dedicarme a escribir cuentos sobre sirenitas o niñas felices que sacan gaseosas de los árboles. Y tal vez también por eso, el Nobel de Literatura es un sueño lejano, de mujeres con habitación propia y una pensión en coronas suecas. A mí me espera algo menos noble: el trabajo de albañil de la palabra, construyendo democracias en repúblicas bananeras.

(Lucha Libre publicada el miercoles 15 de octubre del 2008 en el periodico)

lunes, 13 de octubre de 2008

Papa sin sal


Ahí está la plaza, el corazón del universo kalmariano. Y este día azul de octubre me he topado de frente con el mercadito de frutas y verduras.
A simple vista podríamos decir que una papa cruda es igual en Suecia que en Cuba o en Africa. Varía quizá el precio, su color, la textura, el tamaño, el amor o las ganas con que fue cultivad, pero su esencia debería ser la misma. Olvidemos que vivimos tiempos de modificaciones genéticas.
Esa papa que descansa en la canasta esperando ser comprada en coronas y no en quetzales, es una papa sin sal, idéntica en su genoma molecular a aquella cultivada cerca de mi casa, en otro continente donde el sol es más generoso y la luna descansa acostada, relajada y no parada como si estuviese a punto de salir presurosa al trabajo.
Volviendo a la papa, pienso que su sabor depende de muchas cosas. No es lo mismo pues bañarse en vinagre para que la piel absorba un sabor agrio, a ser suavemente untada con mayonesa. Como tampoco dará el mismo resultado si la papa se funde en un abrazo apasionado con un vaso de leche o de crema.
No es sólo de decir: dime con quién andas y te diré quién eres. No es lo mismo ser machucada por unas manos indígenas con un molinillo de piedra, que ser fríamente degollada por el filo macabro de un cuchillo suizo de acero inoxidable, o quedar completa imperturbable, con la piel pegada al cuerpo y ser apenas ligeramente horneada en papel aluminio. Aquí también el tiempo juega un papel importante, ese mismo que hace estragos o milagros, que suaviza la piel o endurece los senos. Tiempo que combinado con el calor dará el toque final a esa papa que he comenzado a desear tener entre mis labios.
Mis receptores sensoriales, me exigen que me deje de cuentos y que procure un acercamiento carnal con la papa sueca. Busco un restaurante que me saque de dudas. Me conduzco pues con mis 10 mil papilas gustativas, aunque para ser sincera, debería restar las que han sido asesinadas por la nicotina, hacia un inmenso plato de papas fritas.
Ansiosa, tomo una papa con mi mano, la acerco a mi nariz, absorbo su aroma y de una mordida la devoro. Las papas tiene sal, mucha sal.
Y saben tan buenas como las piernas de Fredrik Ljungberg.


(Lucha Diaria escrita en Kalmar, Suecia en el curso de periodismo y democracia de Fojo, un ejercicio donde supuestamente que "alabar" con el sentido del gusto. Publicada en elQuetzalteco el martes 14 de octubre del 2008,)

miércoles, 8 de octubre de 2008

La Seño Pome

(La reinita de la escuela)

Flaca, ágil e inquieta, todos la conocen como la Seño Pome y es la directora de la Escuelita Capulín en Panajachel. Nunca está quieta, no para de trabajar, planear y soñar. Como si no le bastara el trabajal que tiene para convertir los escasos recursos económicos con los que cuenta en buena educación para los niños y niñas del lago de Atitlán. Ahí está haciendo milagros; nunca pierda la esperanza, ni la sonrisa; tampoco es de las que toma decisiones a su antojo. Me gusta cómo acostumbra reunir a los padres de familia para plantearles los problemas. El año pasado fue por la huelga; nos preguntó qué pensábamos de los cambios que habría en el Ministerio; se tomó el tiempo de escucharnos a todos y explicarnos los pros y los contras.

Esta vez la reunión fue por otro tema, un nuevo acuerdo gubernativo que prohibe cualquier tipo de cobro a los padres de familia. No sabe cómo hará para que le alcancen los Q40 anuales que le darán por niño; con ello deberá comprar útiles escolares para todos. Da cólera pensar que en los presos, el Gobierno se gasta Q29 diarios.

Los padres no podremos aportar los Q25 mensuales que este año sirvieron para pagar los sueldos de una niñera, un jardinero, la extracción de basura y otros gastos que el Gobierno olvida que existen. Ella podría terminar en la cárcel de aceptar esa ayuda que, en la reunión de padres de familia, todos estuvimos de acuerdo en seguir dando. 

Veo la escuela, estoy contenta de que mis hijos estudien ahí. Me enorgullece ser parte de este proyecto. El Capulín es la primera escuela de 19, en el municipio, que se unen al reciclaje en el lago.

Entre maestras y colaboradores estamos construyendo una tiendita para que los niños jueguen. Lo increíble es que está hecha con basura. Los eco ladrillos los aportamos entre todos. Los niños crecen y son partícipes de la magia del reciclaje; ven con sus propios ojos cómo lo que otros tiran a nosotros  nos sirve para construir; participan en la limpieza del lago y además se divierten.

(Lucha libre publicada en el periodico el miercoles 8 de octubre)

martes, 7 de octubre de 2008

El arma que me gusta

No nos matan por preguntar. No nos cobran por saber. La curiosidad talvez no mate al gato. Eso ya es una ley. Fue aprobada la semana pasada por el Congreso de la República: La Ley de Acceso a la Información Pública.
Fue casi como un milagro que pasara esta iniciativa de ley, pues estuvo 10 años en debate y al final le hicieron 60 enmiendas a los 70 artículos que contenía. (Con ello no sé si queda un chirmol o un guacamol). Los diputranzas, igual lograron dejar algunos meses de lapso para que entre en vigor, justo el tiempo en que algunos logran robar un poquito más o hacerse de una buena cuartada.
Pero queda la ley, la posibilidad, siempre feliz, de poder corresponder un poquito, fiscalizar, indagar, exigir. Es nuestro derecho que ese dinero vaya a las escuelas, saber cuánto gasta en papel el Tribunal Supremo Electoral, conocer el nombre de los asesores que más ganan en el Congreso, exigir el listado completo de regalos navideños que manda la Presidencia de la República, y también conocer los mapas más actuales de nuestro país.
Debemos saber que esta ley, no sólo favorece a los periodistas que realizan su labor y que a menudo deben pasar semanas y meses esperando información que debiera ser pública, sino puede ser usada por todo tipo de personas en distintas situaciones, y es fundamental para la transparencia de los fondos públicos. Es un paso adelante para evitar tanta corrupción y también para que se agilicen las investigaciones sobre hechos criminales o sobre el saqueo a los bienes del Estado.
Algunas personas consideran que no sirve de nada hacer más leyes, si ni siquiera se cumplen. Pero yo pienso diferente, es nuestra responsabilidad, como ciudadanos, exigir y trabajar para cimentar las bases de una democracia. Si no lo hacemos nosotros ¿quién?
Posdata: Somos los ciudadanos los que hacemos que las leyes se conviertan de letra muerta en instrumentos que nos permitan vivir un mundo más potable. Del uso que le demos a ese tipo de armas intelectuales depende, en parte, el futuro del país.

(Lucha Diaria publicada en el Quetzalteco el martes 6 de octubre del 2008)