martes, 2 de abril de 2013

Días Santos

Caminar en la playa, llenarse los pies de arena, buscar tesoros y encontrar solo tapitas de plástico de colores no es razón suficiente para dejar de amar al mar. Dan ganas de hacer un atrapa sueños con todo ese plástico lamido por las olas, dan ganas de ser guajera y recoger botellas, bolsas y empaques de shampoo. Dan ganas de regresar el tiempo atrás cuando el mar escupía conchas de colores a mis pies y no basura. El mar sigue siendo hermoso y hondo, peligroso y suave. Sigue transmitiendo misterio y fuerza, alegría y temor. Del océano salen peces, conchas y camarones que ya no se pueden comer con confianza porque ahora se alimentan ellos también de mierda. Y de basura nos alimentamos todos un poco porque todo ha cambiado y en la búsqueda de una vida mejor, pensamos que entre más procesado y empacado más rico. No nos importa el daño que causamos, y el montón de desperdicio que dejamos atrás. Cuesta tomarse el tiempo de acostarse en la playa y ver el cielo estrellado para sentirnos chiquitos y diminutos, para ubicarnos en nuestra justa dimensión. Cuesta dejar a un lado el teléfono y la computadora para medir el tiempo que aguantamos estar solos con nosotros mismos. Cuesta no querer escribir del juicio, o de los asesinatos que siguen enlutando al país. Cuesta no querer linchar a los racistas, no ser odio corriendo por las venas. No cuesta concentrarse en la tranquilidad de la playa, en las gaviotas y su hermosa armonía, en el viento que despeina y juega con nosotros. Dan ganas de cambiar de vida y regresar a lo simple. Dan ganas de apostarle al amor y a la alegría. ¡Dan ganas...!

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