viernes, 25 de septiembre de 2015

La Penúltima

Hace catorce años con el rediseño de elPeriódico nos asignaron la penúltima página a seis columnistas, la llamaban la página “irreverente”. En este pequeño espacio he comentado de todo, me he contradicho y me he equivocado. Son doscientas cincuenta palabras para intentar desarrollar un tema, dar una idea. Aquí afilé mi capacidad de síntesis a niveles insospechados y descubrí que opinar públicamente durante tanto tiempo mata neuronas. Nunca tuve la disciplina de planear mis temas o escribir dos o tres columnas de colchón. O si alguna vez las escribí, no las usé. Anticipar no es lo mío. Me encanta la presión del tiempo sobrevolando sobre mí y sentir acercarse la hora de cierre como una avalancha de responsabilidad. Generalmente paso toda la semana pensando en un tema para la columna, llenando papelitos con ideas y reflexiones. Cuando siento es de nuevo martes y mi cuartilla está en blanco. He escrito en porno cabinas, en celulares ajenos, en computadoras sin p, en aeropuertos con teclados en otros idiomas. He logrado Internet donde alguna vez fue imposible como Cuba o Todos Santos Cuchumatán. Todos los miércoles sin excepción fui publicada. La única vez en todos estos años que se me olvidó mandar columna, había feriado ese día por Navidad. Tres veces utilicé ghostwriter: dos de ellos ya no pueden desmentirme; Juan Carlos Llorca y Juan Miguel Arrivillaga; la otra fue mi amiga Regina José Galindo. En las tres ocasiones, recibí comentarios del tipo; típica columna tuya o solo vos pudiste haber escrito eso. Ya ven que no.

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