martes, 6 de diciembre de 2011

De diablos


Me encanta el diablito de la lotería con su colita roja, sus cachos y su tridente a cuestas. Hay que ser bien inocente para tenerle miedo a un diablito así. A mí más bien me da ternura. Miedo me dan los que no parecen diablos pero llevan el mal en el corazón. De esos, abundan, salen en la televisión y cuando les conviene se toman fotos besuqueando niños. De chiquita siempre me gustaron las caricaturas en que al personaje le hablaba su lado angelical y su lado demoniaco. Me encantaba ver al protagonista con sus dos copias miniatura; uno vestido con traje blanco y aureola, y el otro rojito y con cachitos. Bien rápido entendí que no somos seres planos, que no se es o bueno o malo completamente sino que nos movemos en dimensiones más profundas. Quizá por eso me fui alejando de las religiones y de esos conceptos hipócritas que se fundamentan en dogmas y mandamientos tan literales que permiten lagunas legales o morales abominables. Pienso en la pedofilia que tanto ha abundado entre los clérigos y las sotanas. Y que ahora Ratzinger se atreve a defender diciendo que antes eso no era considerado tan malo. Los tiempos cambian, pero la maldad y la bondad son conceptos que se aprenden de chiquitos y que obedecen a una lógica y al sentido común. Hacer una fogata con la familia, quemar papeles viejos nunca va a ser tan grave como violentar a un niño o asesinar a un ser humano, por ejemplo. En este día del Diablo, haré mi propia reinterpretación de la tradición, me fijaré en mis demonios para darles un poco de amor, a ver si las llamas logran esterilizarlos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente Lucha.. ¡A quemar demonios!