miércoles, 28 de enero de 2015

¡Qué no quede nadie vivo!

El pasado 19 de enero, el Tribunal Primero B de Mayor Riesgo sentenció a 90 años de prisión a Pedro García Arredondo por el caso de la quema de la embajada de España. Para los familiares de los 37 calcinados fue una larguísima espera: 35 años para ver sentado en el banquillo de los acusados a al menos uno de los involucrados. Para los que no vivimos en esos tiempos: escuchar los testimonios y peritajes del juicio, representan una gran oportunidad para comprender el pasado. Hoy sabemos que en los años ochenta cuando en el occidente del país estaban sucediendo desapariciones, masacres, secuestros, violaciones, en la capital no se sabía nada, era solo un murmullo que no alcanzaba a salir en los medios de comunicación. El gobierno de Lucas García, reprimía y censuraba todo intento por dar a conocer la verdad. Valientes campesinos de las áreas más golpeadas del país, acompañados de estudiantes de la USAC ocuparon la embajada española como una medida desesperada para denunciar las atrocidades que vivían. Según testigos la orden de la policía nacional era clara: “que no quede nadie vivo”. Se logró probar que el jefe del Comando VI, García Arredondo, pudo haber cumplido con su trabajo y evitado una tragedia pero no lo hizo. Entre los muertos estaba el campesino Vicente Menchú, padre de la Doctora y Premio Nobel de la paz Rigoberta Menchú. Es a ella a quien debemos una ovación de pie por su perseverancia en buscar la paz y la justicia. Mis respetos a una de las mujeres más criticadas y más valientes del país. Gracias por intentar devolvernos la memoria.

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