Presupuesto por supuesto, pide en su puesto el burócrata y ahoga su creatividad en un ralo café con champurrada. El apretado nudo de su corbata exprime su cerebro con la soltura del queso chees whiz desparramado sobre el pan de la refa. Pero no critiquemos únicamente al burócrata. Presupuesto pide el policía, el ministro, el alcalde, el concejal, la secretaria, el gerente, el vendedor, el asesor y hasta el pastor. Parece ser que nos hemos acostumbrado a trabajar sólo al son del dinero. Y eso que siempre hemos sido un país pobre, sin cash. Hemos tenido de todo, pero no aprendimos a utilizarlo bien. Tanto impuesto que no pagamos y tanto que desperdiciamos.
La semana pasada una noticia de esas que conmocionan apareció en portada nacional: “El lago Atitlán llora sangre”. La frase, que a muchos no sonó como lugar común, era literalmente y no literariamente, una pequeña mancha roja que tiñó la playa de Panajachel. Los místicos no tardaron en decir que el lago más lindo del mundo, que representa el corazón de los guatemaltecos, había revelado su desagrado con la violencia generalizada del país. Pero algo menos abstracto y espiritual pasaba. Algo que no es nuevo, sino viejo. La contaminación de las municipalidades alrededor de Atitlán continúa a pesar de los esfuerzos de Todos juntos por su lado, a pesar de las visitas en chopper de Sandra y del Vice. Claro, no faltará quien diga que es culpa de los periodistas que sólo se enfocan en lo malo y no en lo bueno. No niego que algo de eso hay pero ¿somos capaces los atitlecos de generar también buenas noticias?
“Es que necesitamos Q500 millones para salvar el lago”, dirán aquellos que sin dinero no hacen nada. Pero ¿por qué no empezamos a generar cambios con los recursos que ya tenemos? Empecemos con eso, antes de endeudarnos más como país.
(Columna Lucha Libre publicada en elPeriódico el 2 de febrero del 2010).
No hay comentarios:
Publicar un comentario