miércoles, 17 de septiembre de 2014

Atol con palitos

Pasan las fiestas patrias y por mi alma pasa lo mismo que por mi país: un terremoto de sentimientos encontrados que dejan todo hecho una mierda. La desolación entre bolsitas de plástico y botellas de agua. Después de días de sobredosis de patriotismo a la Tortrix, banderas de todos los azules y tamaños, niños ceiba, niñas monjas blancas, niños quetzal, niños Atanasio Tzul, niños antorcha, chuchitos, tamales, tostadas y atoles, marimba, güipiles, himnos nacionales, desfiles militares y bombas, después de todo eso, agradece una que la celebración patria sea solo una vez al año ¡qué manera de querer al país más patética! La cantidad de basura que somos capaces de producir en cada acto “cívico” es espeluznante. Ahí si somos democráticos, ricos y pobres generan basura que no se va a tratar ni separar, que tarde o temprano terminará ensuciando los ríos y lagos de nuestra Guatechula. Con todo y eso, aquí siempre habrá personas y situaciones de las cuales nos podemos sentir muy orgullosos. Pienso por ejemplo en que Rosina Cazali ganó el Premio Príncipe Claus; en que Benvenuto Chavajay tiene la hermosa exposición de Chunches en el MADC Costa Rica; en los éxitos de las deportistas como Isabel Brand, catalogada como la mejor exponente de América en la prueba individual femenina de pentatlón moderno en los Juegos Olímpicos de la Juventud en Nanjing; en Andrea Ixchíu representando a la juventud luchadora en Otawa en la Nobel Women’s Initiative; en la próxima universidad de Los Patojos en Jocotenango; y en los llenos totales en los conciertos de rock nacional. Todo eso y muchas cosas más me hacen sentir orgullosa de ser guatemalteca porque hay gente que no descansa en su amor y ganas de mejorar el país. Porque aún hay muchas guatemaltecas y guatemaltecos realmente independientes y rebeldes. Y eso siempre es buena noticia. Columna para elPeriódico de Guatemala.

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