miércoles, 3 de septiembre de 2014

De ortodoxos y tz’utujiles

De todos los pueblos asentados en la orilla del lago de Atitlán, San Juan La Laguna es el más limpio y ordenado de todos. Artesanos, tejedoras y pescadores conforman la Asociación de Guías de Ecoturismo Rupalaj K’istalin con resultados sorprendentes para la comunidad. Casas de artistas, pintores y tejedoras se abren a los interesados en la cultura tz’utujil y el pueblo es en sí un museo al aire libre. En todo el 2013 no hubo un solo episodio de violencia en San Juan. Es una lástima que hoy en día, la fama que ha adquirido esta pequeña comunidad, no provenga de sus grandes logros como pueblo sino que de sus desaciertos. Noticias descontextualizadas, parcializadas y amarillistas muestran a los sanjuaneros como intolerantes, debido a la decisión del Consejo de Ancianos, quienes basados en el Derecho Consuetudinario, sugirieron a 230 judíos ortodoxos que buscaran otro lugar para vivir por diferencias culturales irreconciliables. No soy juez ni creo en bandos, ni en buenos salvajes ni en malos judíos. Todos tenemos mucho que aprender de este conflicto. Años de abandono institucional han provocado en el Lago de Atitlán episodios de intolerancia mucho más gruesos que el sucedido en San Juan. Solo hay que recordar las famosas listas de limpieza social en Santiago, los toques de queda en San Pedro, la talanquera que encierra a la gente en San Marcos, los encapuchados que hace un par de años tomaron el control en Panajachel y los linchamientos en Sololá. ¿Herencias de la guerra? ¡Síntomas de una sociedad enferma que se aterroriza con las diferencias y que carece de aptitudes para dialogar! Mi pena es por los niños y niñas de San Juan La Laguna y de la comunidad de judíos ultra ortodoxos Lev Tahor quienes perdieron la oportunidad de convivir, intercambiar y crecer en un mundo multicultural en el que todos quepan y ninguno sobre.

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