Es en la época de vacaciones y Navidad cuando suben las cifras de accidentes automovilísticos.
Aún tenemos atascado el fiambre en la memoria, cuando ya el plan policial Navidad Segura nos va poniendo en el contexto verde y rojo. Y eso que rehuimos los centros comerciales. A veces me siento como un contenedor al que suben y bajan de los trenes sin anunciar tan solo cuál es la próxima estación, que nunca es esperanza.
En un fin de semana de operar, los policías de tránsito han multado a más de cien unidades de transporte extraurbano que operan sin licencia, sin los requisitos mínimos de seguridad para los usuarios y sin seguros contra accidentes.
¿Por qué seguimos arriesgándonos a morir en la próxima curva? ¿Cómo podemos aceptar ese trato de animales? Se preguntarán quienes, desde su carro, ven desvariar a los pilotos en el asfalto. Pero qué otra cosa nos queda si queremos desplazarnos de un pueblo a la ciudad, de la ciudad al pueblo, y no contamos con nuestra propia máquina de la muerte.
Es en la época de vacaciones y Navidad cuando suben las cifras de accidentes automovilísticos. Si al desenfreno de fin de año le sumamos copas y copas de alegres convivios, noches de desvelo y cervezas sin fin, veremos que la combinación es fatal. Me pregunto si las unidades de transporte multadas seguirán como si nada estos días, si en algo sirve ese despliegue de policías regañones que no parecen solucionar en absoluto la crisis del transporte en Guatemala. Y siento que los meses pasan, los años siguen su camino hacia el infinito, y los problemas siguen siendo los mismos en el país. Puedo abrir un periódico de hace 50 años y encontrar la misma noticia, la chatarra humana fundiéndose con los hierros, con la carne, con los sueños, con la indiferencia de las autoridades. Subsidiar el transporte público en Guatemala es como subsidiar al narcotraficante más sangriento.
La mafia y la corrupción son las cartas de presentación de los pilotos y los dueños de los buses que transitan las arterias cansadas de este país. Este fin de año, ojalá nos llenemos de prudencia, que nos salgan ojos en las manos, frenos en las ansias y que la responsabilidad se sientan en los caminos. Que las autoridades actúen con lógica y sentido común.
(Lucha libre publicada el martes 11 de noviembre del 2008)
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