miércoles, 4 de febrero de 2009

Del Lago




No voy a discutir si es o no es el lago más hermoso del mundo. Para mí, lo es. Nada cambia si lo escogen o no como séptima o novena maravilla natural. Esas son estupideces que en nada contribuyen a su conservación. Para las personas que vivimos en los poblados alrededor de Atitlán, ese cuerpo de agua rodeado de volcanes, ya no es motivo de orgullo ante extranjeros. Al contrario, para mí es vergonzoso y un poco humillante que vean cómo los guatemaltecos somos capaces de cagarnos, literalmente, en lo más sublime que tenemos.


Si yo fuera alcaldesa de Panajachel, gobernadora de Sololá, directora del Inguat o al menos tuviera un poquito de poder político, no podría sentirme a gusto en mi puesto, siendo partícipe directa del deterioro del lago.


Es cierto, aún podemos vivir unos cuantos años echándonos la paja de que el maravilloso Lago de Atitlán, nunca será como su hermanito menor, Amatitlán. Pero los estudios científicos y una caminata por las playas, nos dice que el nivel de contaminación aumenta cada día más.


“No sea alarmista” me dirán. “Ahuyentará al turista” reclamarán. Pero cualquier extranjero, vidente y con dos dedos de frente, no necesita leer nada para darse cuenta que el popó de todos los que vivimos alrededor, y los que lo visitan eventualmente, se vierten directamente sobre el lago. Gobiernos pasan y huracanes también, excusas y pretextos para seguir robando el dinero de los contribuyentes, que nunca va para el beneficio colectivo de los pueblos que viven alrededor del Lago de Atitlán.


Es vergonzoso que como logros, algunas organizaciones ambientalistas, hablen de jornadas de limpieza, anuales o bimestrales, cuando la basura que cae en el lago es diaria.


Diaria pues debería ser la tarea de limpiarlo.




(Lucha Libre publicada el miércoles 4 de febrero del 2009 en elPeriódico)

5 comentarios:

Anónimo dijo...

De algo estoy seguro, el Atitlan es el vertedero de mierda mas lindo del mundo.

como se puede evitar,?

Quiza una planta de tratamiento de aguas negras, estoy seguro que habria varias naciones desarrolladas dispuestas a poner su granito de oro.
claro con la consiguiente
ayuda, de los naturales del lugar y de la gringada que se aprovecha del recurso y
y que chupa y traga sin aportar mayor bemeficio a la concervacion del esenario natural en el que se desarrollan su tramas.

Anónimo dijo...

Lo que a mí me pone más triste es esa lamentosa afirmación "Sin el lago, ya no vendrá el turismo"
Y digo que me pone triste no porque ignore cuánto significa para el sostenimiento económico de muchas familias, sino porque reduce la importancia de ese gran manto -otrora- cristalino a una vulgar mercancía. ¿Tan poco nos importa estar viviendo entre la mierda? ¿Solo nos interesan las pingües ganancias que deja el turismo? ¿Nos da lo mismo heredarle mierda a nuestros hijos? (o lo que es peor: ni mierda)

Todos tenemos una parte de responsabilidad en la cagazón que estamos haciendo, y aunque los políticos la tienen en mayor grado, la nuestra debe (al menos) seguir tu ejemplo: denunciar, denunciar, denunciar.


Estamos cometiendo el horrendo crímen de extinguir el hogar de las futuras generaciones.

Anónimo dijo...

La conservacion tambien puede ser del idioma y de los generos periodisticos y, si no a la conservacion, a la superacion en todo sentido. El tono del articulo es como el de una conversacion en un ruletero de la usac.

Anónimo dijo...

principio

Anónimo dijo...

Alfonso Villacorta comenta:

"La conservacion tambien puede ser del idioma y de los generos periodisticos y, si no a la conservacion, a la superacion en todo sentido." (sic)

Si la destrucción del idioma estuviese tipificado como delito, no habría apelación válida para el crimen que Villacorta comete en su afán de criticar "el tono del articulo" (sic) y el, según él, erróneo uso de la lengua castellana. Esto en un artículo que trata sobre la mierda de un lago(!)

Solo me gustaría comentar que Villacorta muestra, involuntariamente quizás, una de las dañinas actitudes del ciudadano guatemalteco promedio: esa religiosa manía de ver pajas en ojo ajeno, obviando la tremenda viga que atraviesa su digestiva humanidad.

El rescate del lago, que propone Lucía es poco más importante que el rescate del idioma que propone Villacorta. Aunque hacer ambas cosas al mismo tiempo no es una tarea imposible.

Sigamos tratando el tema de la presente nota periodística, sin importar que nuestro manejo idiomático se asemeje a la "conversación en un ruletero de la usac" (sic) que incomoda tanto a don Alfonso.

Salvemos Atitlán!