miércoles, 27 de agosto de 2014

Una guerra

En algún lugar del planeta Tierra se libra una guerra injusta. Todas las guerras son injustas. En todas mueren personas inocentes, y los niños tienen que esconderse o salir corriendo entre los escombros. Las madres huyen con sus hijos a cuestas; con miedo y hambre. No hay quien me convenza de que hay guerras buenas o peor aun santas, de que tal y tal bando tiene la razón o el derecho de masacrar; violar y exiliar. No creo en pueblos elegidos, solo veo países con egos inflados que se sienten capaces de imponerse en territorios ajenos. Soy incapaz de admirar a un pueblo que gasta gran parte de su presupuesto en fabricar armas de exterminio masivo, o un país que se enorgullece de tener el mejor y más equipado ejército de jóvenes asesinos: No me den razones para matar. No entiendo de motivos para invadir un territorio: Me da pena la disque civilización en que vivimos que no ha aprendido después de tanta historia dramática a solucionar las diferencias en base al diálogo y al entendimiento. Somos capaces de viajar a la Luna; de rastrear agua en Marte; de trasplantar corazones y de hacer florecer desiertos pero aun seguimos trabados en el mito de Caín y Abel, matándonos entre hermanos, sin respetar la vida. Es triste la guerra, aunque suceda del otro lado del planeta. Así como fue triste nuestra guerra y siguen siendo terribles las consecuencias, incluso muchos años después, de acostumbrarnos a la violencia como método de vida. No estoy a favor del gobierno de Palestina y mucho menos del Israelí. Estoy a favor del derecho a la vida y a un mundo en paz.

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