miércoles, 25 de febrero de 2015

Los perros y el hueso

Los pronósticos dicen que el año 2015 será un año muy violento. ¿Cuánto más violentos podemos llegar a ser? Me aterroriza. Cómo “espiral de zopilotes, caracol de luto” profetizó Luis de Lion. Es que es año de elecciones, dicen. Y eso parece suficiente para justificar o explicar el desborde de sangre y tiros que se nos avecina. Más pilotos muertos, más descuartizados en bolsas, más ultimados a tiros, menos avances en justicia, menos casos resueltos en los tribunales, menos presos y condenados. Los que pueden viajar, huir, darse una vuelta, hacen maletas y se van. Pero la mayoría somos puro pueblo: los bueyes que halan la carreta, los peones que ponen los muertos, la mano de obra barata para levantar las cosechas, la clase media que ahorcan. Y además somos los que elegimos a nuestro siguiente victimario: los que votamos, los que ponemos a un militar en la silla presidencial o a un narcotraficante. Somos la masa idiota. Del otro lado, están los que participan activamente en “dirigir” las riendas del país. Esos que se comportan como perros atrás de un hueso. Los vemos perder cualquier rastro de dignidad con tal de ganar cierta popularidad. Son capaces de dejarse hacer un exorcismo público si eso les asegura votos, venderían a su madre y a sus hijos sí con ello consiguieran un contrato, un trabajo o una teta estado eterna en donde mamar hasta saciarse. El panorama es desolador. Queda intentar un último, inútil y quizá poético acto de rebeldía ciudadana. Queda el voto nulo cómo patada de ahogado, cómo ensayo de lucidez. (Columna públicada el 25 de febrero del 2015 en elPeriódico).

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