martes, 3 de febrero de 2015

Sacro-biblia

Quizá no sea tan mala la idea del diputado Marvin Osorio de promover la lectura obligatoria de la Biblia en los establecimientos educativos públicos y privados. Con tal de que los jóvenes se entusiasmen con la lectura, habría que probar incluso la sopa de letras coactiva. Aunque en el fondo, lo digo porque confío en el espíritu rebelde y emancipador que vive dentro de cada ser y que lo empuja a rebelarse contra todo aquello impuesto a la fuerza, o dicho en otras palabras, creo en la eficiencia de la psicología inversa. Seguramente, la lectura obligatoria de la Biblia provocaría toda una generación de jóvenes críticos a la misma. Quizá usted es de los que se preguntan ¿Qué tan malo puede ser oficializar “el libro más leído del mundo”? Sí obviamos la visión machista y patriarcal que difunde de la mujer, la exaltación a la violencia, la venganza y la sumisión que promueve, tal vez no sea terrible si no solo escalofriante. Pero en realidad, lo más alarmante es que un diputado desconozca las leyes mínimas del país, de tal manera que proponga una iniciativa tan absurda que vulnera los pilares de la democracia ya que antes de que pueda ser aprobada, requiere la modificación de la sagrada (esa sí) Constitución Política de la República para eliminar la parte en que dice que somos un estado laico. Pero es gracias a esa separación entre estado y religión que tanto las invocaciones al Ajaú o a los cuatro puntos cardinales, así como la opción del diezmo, los rezos, las oraciones, los pecados y los mitos, se quedan en el terreno de lo íntimo y lo personal. Y en teoría, no influyen las leyes ni la educación.

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