La casa, la comida, el detergente,
la sopa de sobre que parece de
casa, la nariz, las tetas, las nalgas,
siempre paradas para pararla,
la celulitis, la gordura, la grasa se quita con limón,
el maquillaje, las alitas, el pelo, los zapatos,
la moda, los labios rojos y el príncipe azul
Ahí estamos las mujeres pintadas de círculos de colores invisibles; un blanco para los publicistas que, “violentos como un cañón apuntando justo a la cara”, nos ametrallan el pensamiento, colándose en nuestras reservas monetarias y dictando necesidades que no queremos, que no nos hacen falta.
La publicidad tiene en sus manos un ejército de individuos que nos estudian cuidadosamente y conocen nuestras debilidades más profundas, por eso es que no fallan cuando nos apuntan con sus sucios comerciales. El bisturí es su arma favorita, y nuestra mente es diseccionada tan absurdamente que de nosotras sólo quedan deseos inconexos, antojos irracionales, piezas desarmadas.
La máquina de ventas no tiene piedad ni consideración por las más pequeñas, las inocentes. Son las niñas quizá las principales víctimas del bombardeo mediático que busca uniformarnos a todas en el papel de hermosa y sumisa mujercita. Pobres niñas arrasadas con mensajes para ser lindas y perfectas desde antes de nacer. Les quieren otorgar un mundo en el que sólo cabe la gama más cursi de rosados. Ellas son las programadas y no la televisión.
Nunca sabremos qué fue primero, si la gallina o el huevo. Si nosotras nacimos consumidoras por excelencia o ellos nos han vuelto así para poder sobrevivir y llenarse los bolsillos con nuestros deseos y debilidades.
Algún día surgirá la valiente que demande por el inmenso daño que se hace al género femenino con los bodrios que transmite la televisión.
La belleza muerta y la flaqueza exquisita de las modelos actúan como una flecha contra mi autoestima. Qué difícil ver la belleza en mi piel pálida, tan distinta al moreno artificial de las modelos, y aprender a querer los nudos de mi pelo colocho y las manchas de mis manos.
“Tres pasos para una figura perfecta, 23 libras en 23 sesiones, SPTP sin inyecciones, sin cirugía, sin pastillas. No pierdas el glamour, destruye totalmente la grasa, celulitis y flacidez de tu cuerpo. Hay un antes y un después de la grasa con less adelgazamiento”. Y a mí que me gusta tanto comer chocolates, pan y pasta, disfrutar de una cerveza, una pizza y hamburguesa, pero todas tienen grasa.
“Embarrarse baba de caracol en la cara elimina las arrugas, el acné y las verrugas. No basta con tener una axila bien depilada sino también debe estar libre de manchas. Y si tu pelo es negro tiene que estar libre de caspa, suave y con rulos sedosos y definidos. Pero si tu pelo es liso y claro, no olvides tu shampoo con extractos de manzanilla, ya que ellos las prefieren rubias, así sean oxigenadas”.
Todo eso debo hacerlo en la mañana, al despertarme o quizá en la tarde: 20 minutos para untarme tratamientos en el pelo, 30 para eliminar los vellos de todo el cuerpo, 15 para pintarme, 40 para domar el pelo, seis para perfumarme todo y tres para leer el periódico. Eso es lo que no dicen los comerciales, cuánto tiempo de vida pierdo tratando de verme bonita.
Y encima hay que ser eficiente y efectiva. Quiero evadir tanta palabrería. Hasta el detergente me traiciona y autoriza a los niños a ensuciarse. Es pecado no dejarlos revolcarse en el lodo, total, siempre hay una mujer que restriega y restriega. “Y ahora contamos con FBA olor a bebé”. “Y lo nuevo de AX con pequeñas partículas que atrapan la suciedad”. Ya veré que los pisos quedan tan limpios que no podré evitar tirarme al piso a besar mis azulejos nuevos comprados con tarjeta de crédito y libres de bacterias. “Suave como el amor de mamá”. “Viaja y busca las mejores compras”. “Pásala AIS y atrévete a hablar más”. Haz lo que quieras pero no dejes de comprar.
Sólo busco un refugio lejos del ruido.
Una vida frívola y vacía no tiene alegría. Me rebelo ante lo que me impone la televisión porque no creo que la heroína sólo sea una droga que mata y el héroe sea el salvador del mundo. He logrado sobrevivir sin mayores daños en la psiquis, y juro que no me paso el día repitiendo: “sólo por hoy no compraré nada que no necesite, sólo por hoy no compraré nada que no necesite, sólo por hoy no compraré nada que no necesite...”. La presión sería terrible y el miedo al monstruo del consumismo no se combate así.
Mi remedio es más sencillo, tengo una barrera infalible, tengo un corazón inquieto y una cabeza que no se cansa de buscar. Por eso la publicidad sólo me afecta cuando me atrapa en el templo del consumismo y me plantea dudas existenciales, tan profundas y complicadas de responder como ¿qué aroma va más a mis pisos: limón o lavanda?
(Publicado en La Cuerda 106, la unica revista feminista de circulación menstrual...)
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