jueves, 27 de marzo de 2014

Fuego

Este es un país en permanente estado de combustión, con los volcanes siempre a punto de estallar y los humores efervescentes de sus habitantes. A cada rato algo se quema o queman a alguien. Todo lo resolvemos echando fuego ahí. No hemos curado en nuestros corazones el más famoso caso, el de la embajada de España en los años ochenta. Seguimos echando culpas; que fueron los guerrilleros, que fueron los militares. Los muertos a nadie le importan. Aquí todos queman, desde los azucareros con sus eternas rozas que contaminan toda la costa sur, hasta los incendios provocados con algún malévolo objetivo, como el que acabó con el edificio de Ferrocarriles de Guatemala o el del antiguo Hospital Militar. Hace cuatro años también sucedió aquel incendio que devoró la librería El Pensativo en Antigua Guatemala con todo y sus libros. Anteayer en la noche, volvió a agarrar fuego el mercado de la Terminal, en el centro de la capital, el corazón del comercio, donde convergen miles de guatemaltecos de los cuatro puntos cardinales, los más trabajadores y los más madrugadores. El fuego acabó con miles de puestos en un santiamén, no dejó nada a salvo, todo se volvió carbón. Admiro a los bomberos que enfrentan el peligro a cualquier hora, haciendo el trabajo que al Estado le da hueva hacer. Me dan vergüenza los políticos oportunistas que se hacen los interesados cuando lo único que quieren es sacar raja del dolor ajeno. Estos incendios así que consumen todo, nos dejan la oportunidad de empezar de cero, de hacerlo todo bien desde el principio.
Columna Lucha Libre publicada el 27 de marzo del 2014 en elPeriódico.

1 comentario:

Rolando Palomo dijo...

Estimada licenciada Escobar: en adiciòn a las precariedades que , como usted menciona,sufren los bomberos en Guatemala, le recuerdo que por uno de esos frecuentes actos perversos que cometen los Legisladores y fruto de las luchas incomprensibles del poder, los cuerpos de Bomberos, tanto Municipales como Voluntarios, soportaron una reduccion presupuestaria que los obliga a vegetar con sus escasos recursos, sin permitirles evolucionar, planificar y crecer.

De esa cuenta los vemos pedir limosna en las calles de la Ciudad o a la entrada de La Antigua, en un acto que nos debe de indignar a todos los que nos beneficiamos de su trabajo.

En cierto sentido, son una metáfora viviente de lo que sucede en toda Guatemala, excepto, obviamente, para el presidente, la vicepresidenta, su hijo Otto y sus no pocos de sus allegados y allegadas.

Cordialmente,