miércoles, 2 de abril de 2014

El Semillero

Para llegar a la aldea El Semillero en Tiquisate hay que atravesar hectáreas y hectáreas de plantaciones de banano, caña y palma africana. Lo que antes fue una frondosa selva hoy es monocultivo que alimenta la industrialización que no se traduce en prosperidad para sus habitantes, al contrario; el paisaje es desolador en medio del sentimiento desértico que produce ver repetidas mil veces un mismo cultivo. La industria es tan excluyente que los tramos asfaltados son únicamente los que pasan frente a las bodegas de estos productos, los demás, los vecinos, la comunidad está bien que se hundan en el polvoriento y maltrecho camino. Parte de esta aldea se inundó y el paisaje cambió para siempre con el paso del huracán Stan. La mayoría de adolescentes mayores de catorce años que vimos se encuentran ya “unidas” o embarazadas, empezando temprano un largo camino en la maternidad que las llenará de decenas de descendientes. Nunca, en ningún lugar de Guatemala, turístico o no, me he sentido tan bien recibida como en El Semillero: la gente es sencilla y desprendida, platicadora y confiada de los extraños o extranjeros. No te ven con cara de dólar como en otras partes del país. Llegamos al atardecer para dormir frente al mar y bajo las estrellas, en busca de las ruinas del antiguo amor de una amiga. No tuvimos miedo a ser asaltadas, violadas o descuartizadas. Compramos pescado fresco a bajo precio y lo cocinamos en las brasas, los vecinos nos regalaron mangos, aguacates y bananos. Nos dieron agua y nos dejaron usar el baño y acampar. Me alegra comprobar que aún hay lugares así en Guatemala.
Fotos de William Corleto, menos la de la familia en bicicleta, esa es de Lucía Escobar. Columna Lucha Libre publicada el miércoles 02 de abril en elPeriódico.

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