De los pocos recuerdos que tengo de mi niñez callejera, el día del diablo ocupa un lugar especial en ese jardín de la memoria. Era el anticipo, la puerta que nos llevaría a las navidades.
Diciembre empezaba cuando ordenábamos el cuarto y sacábamos lo inservible. Era el momento de quemar los cuadernos viejos que había usado durante un año y que según mi lógica nada ecológica no tenían razón de existir en un cuarto que prefería lleno de juguetes antes que de papeles amarillentos que no me servirían nunca más.
En esas fogatas capitalinas de mi niñez no existían palabras como ecología, contaminación, ni capa de ozono, apenas el humo negro, ese hilo que subía hasta toparse con cables llenos de luz, imágenes o voces viajando hacia cualquier lugar.
No había mayor mística en la quema. Una caja de cartón llena de papeles, cartones, y uno que otro plástico que le daba olor a la hoguera. Me acompañaba la muchacha de antes y no la trabajadora de casa particular de ahora. El rito duraba menos de media hora porque disfrutar la calle de noche era demasiado peligroso para una niña como yo.
Luego siguieron fiestas más civilizadas quemando piñatas del típico Satanás rojo cachudo y con cola, un personaje tan radicalmente distinto al diablo que a mí me hace sudar.
Ahora la rueda de la fortuna me tiene de nuevo pensando en esas fechas pero con ganas de revitalizar el rito, quizá ponerle la lógica mágica de Jodoroswsky y hacer una fiesta que tenga algo de ejercicio de auto exorcismo.
Una hoguera, un fueguito para recibir la luna, algo de música y vino.
Un espacio para sacudirme los demonios, porque si no los saco o los quemo se pueden volver cáncer, pulmonía o diabetes.
Diciembre empezaba cuando ordenábamos el cuarto y sacábamos lo inservible. Era el momento de quemar los cuadernos viejos que había usado durante un año y que según mi lógica nada ecológica no tenían razón de existir en un cuarto que prefería lleno de juguetes antes que de papeles amarillentos que no me servirían nunca más.
En esas fogatas capitalinas de mi niñez no existían palabras como ecología, contaminación, ni capa de ozono, apenas el humo negro, ese hilo que subía hasta toparse con cables llenos de luz, imágenes o voces viajando hacia cualquier lugar.
No había mayor mística en la quema. Una caja de cartón llena de papeles, cartones, y uno que otro plástico que le daba olor a la hoguera. Me acompañaba la muchacha de antes y no la trabajadora de casa particular de ahora. El rito duraba menos de media hora porque disfrutar la calle de noche era demasiado peligroso para una niña como yo.
Luego siguieron fiestas más civilizadas quemando piñatas del típico Satanás rojo cachudo y con cola, un personaje tan radicalmente distinto al diablo que a mí me hace sudar.
Ahora la rueda de la fortuna me tiene de nuevo pensando en esas fechas pero con ganas de revitalizar el rito, quizá ponerle la lógica mágica de Jodoroswsky y hacer una fiesta que tenga algo de ejercicio de auto exorcismo.
Una hoguera, un fueguito para recibir la luna, algo de música y vino.
Un espacio para sacudirme los demonios, porque si no los saco o los quemo se pueden volver cáncer, pulmonía o diabetes.
(Columna Lucha Libre publicada el miércoles 5 de diciembre en elPeriódico de Guatemala, dos días antes del Día del Diablo).
4 comentarios:
quemar papeles. papeles que contienen tu letra. tu letra en las tareas de tercero primaria. la letra de tu maestro. debe mejorar.quemar un año escolar. empezar desde cero. escuchar a Héctor Gaytán en la radio. Nostalgia. Los condominios son el signo más abusivo de la muerte de una tradición. Y su asamblea de vecinos.
a mí lo que más me gustaba era salir con la marita de la cuadra a buscar chirivisco... realmente es una tradición que se ha perdido y claro que tiene que ver con la contaminación... pero creo que el verdadero problema no es una tradición como esta sino el smog que crean las fábricas e industrias
saludos
Rebeka
Eso es cierto, ahora salio una campaña con volantes en contra de la quema del diablo por antiecologica y la verdad que nada que ver si se compara lo que contaminan las industrias. Es como alegarle a los que fuman por la contaminacion, cuando una camioneta en un aceleron te hecha en la cara cien veces mas humo..
je, qué lindo lucha, voy a quemar, simbólicamente o de verdad, varios diablos este fin de año, gracias por la idea, es cierto que hay que sacarlos y quemarlos para que no nos hagan mal.
besos
Pablo
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