martes, 15 de enero de 2008

De primeras veces


Por mucho que intente, no logro recordar mi primer día de clases en ninguno de los colegios por los que pasé. Pertenece a ese tipo de momentos que se han perdido en mi disco duro. ¿Estuve nerviosa? ¿Fui una niña tímida o extrovertida? ¿Me habrán peinado con colitas o trencitas? ¿Habré llorado al quedarme sola en la escuela? ¿Me invitaría alguien a jugar en el recreo?
Preguntas que vienen a mi mente, ahora que veo al Nicolás con menos de tres añitos cumplidos a punto de entrar al sistema educativo nacional. Por primera vez se enfrenta a la sociedad, al que dirán, conocerá de clases sociales, identificará al pegón de la clase, quizá hasta llore de nostalgia al recordarme. Lo veo caminar moviendo todo su cuerpo de uva al compás de una de sus canciones favoritas, la clásica de Cri cri…“Caminito de la escuela, pataleando hasta el final, la tortuga va que vuela, procurando ser puntual…” Y lo veo alejarse de ese hermoso estado de cachorro humano libre y salvaje que es reino de la primera infancia. ¿Recordará que no debe bajarse los pantalones en el recreo para regar las plantas de la escuela? ¿Hará berrinches a la maestra? ¿De que platicará con sus compañeritos? ¿Estará más nervioso que Alvaro Colom en su primer día de trabajo como presidente de Guatemala?
Si comparamos los casos, no es muy distinto lo que ha de sentir los dos. Aunque ahora el ingeniero ya se habrá recuperado de la goma de tanto flash, la resaca de saludar, sonreír y hacer promesas. Pronto terminará la emoción del traspaso de banda y le llegará su primer día de trabajo real, el momento de sentarse en su escritorio y comenzar a pilotear este barco que se llama Guatemala.
Quizá le invada el pánico que me da a mí, al estar frente a la hoja en blanco. Ese miedito a no cagarla que da siempre cuando uno empieza algo importante.
(Columna Lucha Libre publicada el miércoles 16 de enero del 2008 en elPeriódico)

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