lunes, 7 de abril de 2008

Dar la talla

He olvidado ya su nombre pero su historia me persigue sin cesar. ¿Cuántas veces lo he visto y me he topado de frente con la impotencia? Solo su figura menuda y triste es un golpe a cualquier corazón. Dice que tiene diez años, parece de cinco y ha de tener unos doce. Es un niño adulto que lleva amarrado a su frágil espalda durante más de diez horas diarias a su hermanito que tendrá unos 3 años pero parece de uno. Juntos como duendecitos de una tristeza absoluta suben y bajan la Avenida Santander en Panajachel ofreciendo muñequitos típicos irónicamente destinados a pegarse en refrigeradoras llenas de comida que estos dos niños nunca disfrutarán. Porque en sus tripas solo caben las tortillas tiesas que le da de vez en cuando su madre (si es que lo hace), los ricitos a los que algún alma caritativa los invita, o las sobras que alguien les regala.
Cada vez que los veo, me siento completamente inútil en este mundo. ¿Qué puedo hacer? ¿Demandar a los padres por abandono y explotación laboral infantil? ¿Pedir que los trasladen a un orfanato para que sean violados y torturados por otras personas? ¿Demandar al Estado de Guatemala por indiferencia ante la muerte lenta que vive la niñez en este país? ¿Entrar a robar las latas que se pudren en los lujosos chaletes del lago? ¿Volverme Lucha Hood y robar a los ricos para dar a los pobres? Nada de eso puedo hacer, mis capacidades no llegan a tanto. Solo puedo escribir su historia y eso no me da ningún tipo de consuelo.
Lo más triste es que él es sólo un niño más del vergonzante millón de infantes con desnutrición crónica que como fantasmas viven en Guatemala. Todos ellos tienen un destino común marcado por el deterioro intelectual y biológico que viven sus cuerpos frágiles.
Lo que mas cólera me da, es que la desnutrición podría curarse rápidamente. Guatemala es un país inmensamente rico, se ve al darse una vuelta por la Cañada, por la zona 10, 15 por Carretera a El Salvador. ¿Cuánto dinero desperdiciado en moda, en lujo en apantallar? ¿Cuánto egoísmo hemos cosechado que sólo nos deja ver nuestras necesidades? ¿Es que nadie ve que este millón de niños desnutridos es un boomerang que tarde o temprano nos caerá de regreso en nuestras nutridas caras?

(Lucha Diaria publicada en el quetzalteco el martes 7 de abril del 2008)

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Denunciar, denunciar y denunciar. Eso es hacer mucho. Mucho más a permanecer indiferente dentro de esta "anormal normalidad"

Cristián Guerra Campo dijo...

yo si lo veo, no se puede seguir asi, ya pelando problemas coyunturales del hoy, hay que pensar en esos cientos de miles tan jodidos y pensar y pensar y hacer y hacer, como se pueda y donde se pueda.

Por que hay que hacer, hay que dejar ver, hay que probar que se puede seguir iniciando a la gente, que les nazca la conciencia, con arte, con palabras, con el ejemplo.

No se puede dejar de hacer, por tus hijos, por los mios que no han nacido.

Animal de Fondo dijo...

No sé qué decir. Te estaba empezando a leer; te acabo de descubrir por un comentario de Julio Roberto Prado, a propósito del corazón adelgazado, pelo al rape y alas. Y veo que sí, que la humanidad entera tenemos ese corazón flaco que tú nos pedías no nos lo dejáramos atrapar.
No sé qué decir; fuera lo que fuera serían palabras de un corazón adelgazado. Palabras. Palabras. Palabras. Palabras.