viernes, 4 de abril de 2008

Para los que se lo perdieron (va un cuento)

Zucaritas y Camarones
o
El último año del colegio

Habían nacido perfectas, hermosas. Venían de familias poderosas, hijas de hombres importantes, de mujeres agraciadas a fuerza del bisturí y cosméticos finos; eran la crema y nata de la burguesía. Les decían las Zucaritas por riiiiiiiiiiicas (con exceso de is) y eran las más populares del colegio. Ellas sólo salían con “los camarones” que por supuesto eran guapos, ricos y bronceados, aunque torpes con las analogías. (pienso pues en el hilito de mierda que corona dicho crustáceo).

Yo ni era Zucarita, ni salía con camarones. Aunque una vez estuve cerca.

Fue un día, mientras arreglaba mi looker, cuando la Ale Gutiérrez, la mas simpática de todas las Zucaritas, se acerco a mi y entre paja y paja, me pidió "que porfis" le consiguiera algo de hierba, pues ella sabía que yo tenía contactos.

No lo podía creer; La capitana de las cheerleaders, haciéndome ojitos, sonrisitas y pidiéndome un "favorcito". Por supuesto que no iba a ser tan idiota de darle a la primera mi poca hierba –que vaya si me había costado conseguir-.

Esta era una oportunidad para aprovechar. Así que le solté un grandísimo discurso, sobre el peligro de las drogas, lo difícil y lejano que era conseguirlas y el costo económico que representaba hacerlo.

Me dijo que por supuesto ella pagaría todo lo necesario y podía además prestarme un carro con chofer y todo incluido para ir a traerla a cualquier lugar.

Yo le dije, que bueno, pero que no estaba dispuesta a irme con un guardaespaldas o un chofer a hacer ese tramite, que lo haría pero si me acompañaba su novio. Paul no era el más guapo de la promoción pero tenía las mejores piernas y se movía tras la pelota como un jaguar tras su víctima.

Así que sin mucho esfuerzo, me encontré montaba en un Porche, no recién salido de la agencia, pero al menos de modelo reciente. Y encima iba acompañada por Paul.

Ya montada en el vehículo me di cuenta que no tenía la mas mínima idea de a donde iríamos, yo nunca había comprado mota en mi vida. Siempre había fumado a costa de mis amigos y de regalado. Pero todo había sido tan rápido y tan fácil que sin darme cuenta había dicho que sí a algo que para mi eran tan imposible de conseguir como para las Zucaritas.

Lo que hice ese primer día de búsqueda fue aprovechar el chofer y la compañía para ir de visita a casa de algunos viejos amigos que llevaba tiempo de no ver. Y como Paul me esperaba en el carro, yo bajaba a platicar, hacía algo de vida social, y luego salía diciendo que no había conseguido nada, pero que me habían dado otro contacto y que quizá ahí, si encontraríamos algo. Así pasamos ese primer día de búsqueda.

Al día siguiente optamos mejor por dejar su Porche estacionado en mi casa y salir en mi Nissan viejo que no causaba problemas de estacionamiento, ni topaba en cada hoyo, ni túmulo de la ciudad. Mi Nissan se quedaba abierto y nadie osaba voltearlo a ver.

Pasamos otro par de días paseando por la ciudad, Paul era una caja de sorpresas; amable, bastante ingenuo, un buen chavo que había pasado encerrado en una jaula de cristal casi toda su vida. Conocía la libertad que Miami podía darle y punto.

Esos días almorzamos garnachas en el mercado central, refaccionamos shucos del Liceo, nos escapamos a conocer el Cerrito del Carmen, visitamos la feria de Jocotenango y encima nos metimos a ver una película pornográfica a los Capitol.
Fue ahí cuando nos besamos apasionadamente por primera vez en una oscura y maloliente sala de cine. Salimos agarrados de la mano, enamorados y calientes.

Desde hacía un par de días ya no hablábamos de la mota, ni de la Ale, ni del colegio, éramos solo dos jóvenes conociéndose y amándose. Pero eso no podía durar para siempre. No había sido mi intención agarrarme al Paul, ni mucho menos empezar una relación. Lo nuestro era imposible, el noviazgo de ellos era de esos de toda la vida, con padres involucrados, empresas esperando fusionarse cuando se firmará la boda, boda planeada desde hacía tiempo para hacerse un año después de la graduación del colegio, etc, etc.

Así que antes de que pasará a mas, decidí por fin deshacerme de mi único mozote de marihuana y regalárselo a Paul y a la Ale.

Esa mañana cuando entré al colegio, llegue directo al looker de la Ale. Ahí estaba ella perfecta, vestida de palo rosa, ordenando sus cuadernos por colores.

- Toma, es lo que conseguí. No es mucho pero te va a pegar y te puede gustar.

- Ala... que linda, gracias ¿cuánto le debo?

-
No, no es nada, al final me la regalaron. Disfrútensela...

- Bueno, es que ahora no se con quién fumarla. Paul cortó conmigo ayer y no me atrevo con nadie mas. Siento que mi vida no vale nada.

- Si quieres fumamos juntas después del colegio.

No se ni porque dije eso, fue espontáneo, me sentí mal, me dio lastima ella, tan perfecta, tan linda y tan estúpidamente sola y vulnerable.

Así que después del colegio nos fuimos juntas a la terraza del Teatro Nacional. Subimos de día, entre laberintos de azulejo. Ya arriba prendimos el puro y nos pusimos realmente estúpidas, yo tampoco era experta, así que me puse idiota. Nos reímos durante horas enteras de puras pendejadas, la Ale ya no pudo aguantar y se orinó de la risa en sus pantaloncitos rosa. Bajamos tambaleando por todo el teatro, encontramos una puertita abierta y nos metimos a los camerinos, por pasajes cerrados y puertas misteriosas, jugamos, nos escondimos, la pasamos bien.

Luego ella se cambio de ropa en el carro (siempre llevaba una mudada extra) y nos fuimos a un barcito bohemio a terminar de pasar la pedera. Comimos algo, tomamos un par de cervezas y platicamos muchísimo. Le presente a unos amigos artistas, barbudos, interesantes y la Ale, derrochaba simpatía, hasta parecía saber algo de arte y encima se mostraba sensual y provocativa con ellos. Yo estaba cansadísima y me despedí, ella me dijo que se quedaría un rato más con Alvaro, un artista conceptual. No supe más de ella.

La rutina regresó a mi vida, casi no me topaba con Paul y la Ale en el colegio, todos estábamos en la onda de los exámenes finales, de preparar la graduación y la nueva vida que nos esperaba.

Por fin llego la noche que todos habíamos anhelado durante un año entero: nuestra fiesta de graduación en un hotel de lujo.

Las Zucaritas iban todas divinas con trajes de noche finísimos, peinado de salón y maquillaje profesional. Los camarones, entre ellos Paul, por supuesto de impecable frack.

Hubo un discurso de despedida, y la entrega de los premios a los mas deahuevo de la clase.

El de la pareja del año, fue para Paul y la Ale, que lucían regios como una pareja de artistas de cine.

Yo me emborraché con tequila, vomité durante toda la noche y luego me fuí con mis verdaderos amigos a esperar el amanecer a un mirador, y a probar por primera vez en mi vida, la cocaína.

Lucía Escobar

8 comentarios:

Gabriel Woltke dijo...

diablos! este fue uno de los textos que mas me gustaron ayer, este y el que dijiste que era chiquitito.

Gracias por postearlo, estuve a punto de pedirtelo pero igual..estuvo deahuevo el jamming que se armaron.

irie.

Pau Llanes dijo...

Excelente todo lo que leído de usted... y estoy seguro que todo lo demás que dejé para postre otro día... Qué cosas tienen los encuentros al azar... en realidad el azar es pura necesidad... saludos... pau Llanes

Luis AlfonsoTansu dijo...

ja!!! de ahuevo el cuentecito, no tienes otro por ahi?? uno se queda picado, felicitaciones pue, ciao

Unknown dijo...

Gracias por leerlo. A veces pienso que solo me aguantan en 1500 caracteres que es el espacio de elPeriodico. Pero buena onda que se queden picados, voy a ir subiendo de vez en cuando mis cuentos también para quietarme los complejos..jajaj
El chiquito que leì en La Banqueta, no es cuento. Es solo como un pedito literario... Y dice asi:
¿Cómo decirte a vos, a un hijo de puta nacido tan lejos de mi, cómo explicarte que NO SOY un culito rico. Cómo decirte que en tu estrecha visión de lo que es una mujer, NO quepo yo.

Prado dijo...

Debo referirme en primer lugar a su habilidad para escribir una historia en relación a un final. Eso demuestra, una voluntad férrea de sorpresa y esta voluntad: sagacidad. Sibila! y luego, al texto o "pedito literario" como gusta llamarle: es más, nada se debería explicar. Sería como hacer el milagro de la vista con el ciego, cuando nadie aprecia un milagro ya. Admírole.

Cristián Guerra Campo dijo...

muy bueno el cuento de verdad, hay postea mas porfa

Animal de Fondo dijo...

Pues tengo que confesar que ni me di cuenta de que usted escribía cuentos (es la segunda entrada que leo), así que me tragué toda la historia como si fuera verdad. Creí que usted fingía que era un cuento. Y en ningún momento pensé que no hubiera pasado lo que usted narraba. Mucha calidad. Ojalá no me lo hubiera perdido.

Prado dijo...

Yo antes era un robot que dejaba comentarios en blogs.