sábado, 15 de septiembre de 2007

Dos chavas con "feeling"

(La foto fue tomada durante el Festivalito no.6 en el Lago de Atitlán durante la presentación del libro de Jessica. Atrás de nosotras una culebrita que es la obra de Yasmin Hage sobre el laguito. Ignoren la propaganda gratis a la chela.)

Dios las cría
Son amigas y juntas son pura dinamita, talvez por eso sea una suerte que ya no salgan tan seguido a derribar la noche. Las dos son escritoras, una poeta y siquiatra, la otra periodista y actriz. Alejandra Flores y Jessica Masaya viven de sacarles punta a las palabras, entre otros oficios. Ambas se acaban de estrenar como madres y han escrito más de un libro cada una y diversos textos en revistas y antologías. Me queda preguntarles: ¿Cuántos árboles han sembrado?
Me encanta verlas tanto en su papel de profesionales de la palabra como de madres primerizas, pero valientes que enfrentan la maternidad con el mismo “feeling” que la posmodernidad. Los cristales están vacíos de polvo sobre la mesa; somos una generación confusa y ellas están aquí para contarlo.


Jessica se aburre
Lo menos que yo podría decir de Jessica Masaya es que es una mujer aburrida. No recuerdo dónde la conocí, ni hace cuánto tiempo. Llevo años viéndola pulular en los mismos lugares en los que yo también he dejado un poco de vida. ¿Cuántas copas robadas en Bancafé? ¿En cuántas exposiciones, lecturas de poesía, conciertos y presentaciones de libros hemos coincidido? En tantas, que no me fue difícil encontrarme borracha y trasnochada en alguno de los cuentos de su libro «El club de los aburridos», una recopilación de relatos que narra la vida urbana en la Ciudad de Guatemala, las mentes y fantasmas que habitan a una generación sin mucho qué ver y hacer pero con muchas tentaciones al alcance.
Los jueves en Siglo Veintiuno búsquela en su “Habitación propia” o en jessicamasaya.blogspot.com.

Alejandra y el mal
Ella es de aquellas mujeres que conservan la pinta de muchachita toda la vida. Igual que Anais Nïn, la pequeñez física es una trampa que usan a su favor. También comparten el gusto por el psicoanálisis, talvez para buscar respuestas al tremendo dolor que les produce vivir en un mundo donde la sensibilidad puede verse como una debilidad. Y ambas tuvieron que matar al “gran padre” para poder crecer.
Me consta que Alejandra es muy apasionada. Con la misma intensidad que vuelca sus sentimientos en la hoja en blanco puede dejar la vida en la parranda, en el amor o en el trabajo.
En «Ternura derrotada» y «Transparencia del mal» podemos ver algo del mundo de sentimientos que Alejandra sólo logra domar a través de la palabra.
(Publicado en la revista femista La Cuerda, edición agosto 2007)

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